Tuesday, October 20, 2015



PEGADA AL CRISTAL




Tu cerebro, contenedor de peces,

se agujereó en el momento mismo en que aparecí

por sorpresa

ante tus retinas

acostumbradas al desasosiego marino…

Al instante, se clavaron en mí,

fue un paro de silencio,

una huelga de brazos y piernas...

y tú, perplejo de todo,

hasta de ti mismo.



Esa mirada fue acercándose

ciegamente hasta la boca

del pez más procaz

para indagar con sus lentes sobre mis raros dibujos

y ya quedarse pegada al cristal

para siempre,

derretida en un bloque de agua,

como decían y dicen los viejos manuscritos,

combatiendo en aras de su senda,

delirio y eternidad.



GATA EN TRÁNSITO, ED. ALHULIA.



Teresa Iturriaga Osa

 
Doctora en Traducción e Interpretación por la ULPGC (Canarias, España). Reside en Las Palmas de Gran Canaria desde 1985. Trabaja en periodismo cultural, sociología, radio, poesía, ensayo, relato, traducción. Ha dirigido proyectos literarios con voces de mujer. Libros: Mi Playa de las Canteras, Juego astral, Yedra en vuelo, Revuelto de isleñas, Desvelos, Sobre el andén, Gata en tránsito, Campos Elíseos, En la ciudad sin puertas y DeLirium. Participación en varias antologías españolas: Orillas Ajenas, Hilvanes, Fricciones, Que suenen las olas, Ecos II, Doble o nada, Espirales Poéticas, Madrid en los Poetas Canarios, París, Mujeres en la Historia I-II-III y Casa de fieras.


Monday, October 5, 2015

Nube larga de azor 
 
 
 
 
                                           
         Desde aquel día, me voy pintando a briznas
el cabello azul, hojas, cáscara, nogal, 
cera en tamiz, sonrisa indudable.
        Y es que nunca sé medir el tiempo del azor
ni su sorpresa cabizbaja al venir a besarme.
       Ayer, sin ir más lejos, una nube larga pasó, 
iba a lo suyo, sin mirar a nadie camino de su nido.
        Recitando sonrojos de azotea,
un cántaro de álgebras le dobló el alón gris
y la brisa lloró de verdad sobre la tierra. 

        Aún se oían los temblores, pulso de distancias perfiladas,
un tumulto de aves en su horizonte otoñal.
        Luego de anochecido, se sentó el ruido.
        Pero una cabeza llena de enjambres
agitó el sueño de la última balada de la tarde.
         La espera se fumó todo el olvido,
apagó su lunar alzado de pretil y escote...
         Y así, estrujada por el tercer ojo silencioso,
hora tras hora, con el cuello partido,
su boca se fue haciendo cada vez más mía.


 ***

 
Teresa Iturriaga Osa