Tuesday, November 26, 2019



Era otoño a mis quince años




Me pides que te hable de un tiempo que se acostó bajo las ramas del tilo,
eso me pides, un beso sobre el agua fría y lejana
del estanque a mis quince años, princesa
aún deslumbrante azul estrella, enamorada de los abismos
aquella niña que se pinchaba los dedos
bordando su velo negro a dos leguas de un castillo
misterio enredado entre las hiedras.
¿Sabes que casi no la recuerdo?

Me dijeron que rompía mis charoles al pisar los adoquines
de las playas clandestinas
con la insolente soltura de una belleza que yo nunca conocí,
empeñada siempre en fijarme -pero qué tonta enamorada de una sombra-,
en equivocarme de esquina y de abrazo
lentamente, como oruga que lleva el humus,
escurriendo tormentas y lechos de camelias de un bosque triste 
en aquel otoño huraño que tampoco me acogía... porque yo aún era primavera.

¿Vives?
A veces te oigo el eco, jovenzuela descarada y llena de infinito, caprichosa
solo vienes a mí cuando me besan, cuando me erizan con la franqueza
y el aire estremece mi piel de esposa.
Oh, sultana, oh diosa sin ruido y sin séquito, mueves tus caderas
cabalgas dibujando sobre el mármol un 8 de fuego, silban los cascabeles de tus pies,
emerges de las piscinas del Olimpo -cuando menos me lo espero-,
y me resoplas a la cara el tedio de los años y los días. 


Teresa Iturriaga Osa





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