Luogo da sogno
Al mirarse por primera vez, sus iris
temblaron con llanto blanco,
se vistieron de garzas.
Una voz las guio por las grutas azules de Elba
y encendieron la lumbre del viñedo más alto.
Un silencio de estrellas -acicalado de misterio-
se instaló sobre manteles de agua.
Un brinco acurrucó su furia en las flores de marzo.
Y allí se quedaron, silencio y estrellas,
iris y garzas, quietos en la paz de las horas,
juntos sin locura ni ficción de continente.
Solos con la dulzura de Fígaro,
acariciando el lamento adherido a sus ojos.
Y una noche, en secreto, lo esparcieron
por el cosmos con sus manos
marineras, siempre benditas.
Teresa Iturriaga Osa
(a María y Andrea)
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