Oda a la yuca maltratada
Hoy he visto una yuca en flor
en medio del basural
y esa yuca en flor, abanico perfecto
de figura divina,
se me ha deshecho en lágrimas,
una rabia en cascada
por el barranco de Miraflor.
No sabes cuánto habrías llorado, conmigo
recorre la vista
la herrumbre urbana
el patio de inmundicias donde una vez
alguien plantó la vida con esmero
y mucho tacto.
Ha pasado el tiempo
y los estercoleros han quemado los huertos,
las yedras irisadas que decoraban tu isla.
Hubo, sí, hubo un tiempo de guirnaldas
y violines y timples y tambores,
pero la nada llenó las acequias de tinta inútil
y los ganados se mezclaron con lo humano
hasta tal punto, hasta tal abismo, diría yo,
que la pista que ahora une el templo de Teror
con las costas de La Isleta
se ha cubierto de una pátina
embriagada de excrementos, gris ceniza, hojalata
y mal gusto por doquier.
Ocho de septiembre
y ya repican las campanas,
ocho de septiembre
y el lamento de las veredas
se exprime
en las esquinas de los riscos,
aúllan su desconsuelo
apagado de tabaibas, moribundo
circula el peregrino
de estación en estación,
su cuerpo desnudo en línea recta con el cielo,
los ojos puestos en la luz, cercado
por la sed del hormigón.
Teresa Iturriaga Osa
"They run as fast as they can. A gasp at the cost of effort. Other fall and no longer stand. Some, more resistant, sing a song to give encouragement. She says, do not let your head like one that has been vanquished. She says, wake up, come on, the struggle is long, the fight is difficult. Then they shout with all their strength to show their enthusiasm. "(Monique Wittig, The Guerrillas).
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