Ava Gardner en Las Palmas
Entrevista a Andrés Padrón
Coleccionista de fotografías cinematográficas
Por Teresa Iturriaga
Osa
Archivo fotográfico de Andrés Padrón
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“Exactamente, yo
tendría unos quince años cuando ella vino a Las Palmas y se hospedó en el Hotel
Santa Catalina. Mira, yo una mañana, salgo de casa y me subo a la guagua como
para ir a clase. Entonces, veo un señor que tiene el periódico y en la portada
veo a Ava Gardner con un titular que dice: Ava Gardner en Las Palmas.”
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T.I.- Hola Andrés, hoy me
gustaría que me contaras algo de la visita de Ava Gardner a Las Palmas de Gran Canaria hace ya
unos cuantos años, cuando tú aún eras un estudiante.
A.P.- Exactamente, yo
tendría unos quince años cuando ella vino a Las Palmas y se hospedó en el Hotel
Santa Catalina. Mira, yo una mañana, salgo de casa y me subo a la guagua como
para ir a clase. Entonces, veo un señor que tiene el periódico y en la portada
veo a Ava Gadner con un titular que dice: "Ava Gardner en Las Palmas". Pues nada,
de inmediato, cuando llego a clase, busco un periódico y lo comento con mis
amigos también aficionados a coleccionar fotos de actrices y actores, y les
digo: “Oye, Ava Gardner está en Las Palmas”. Cogemos el periódico y dentro
había, efectivamente, un reportaje que comunicaba que había llegado a Las Palmas
y se hospedaba en el Hotel Santa Catalina. Pues nada, optamos por marcharnos
durante la hora de recreo camino del Hotel Santa Catalina. No recuerdo bien si
éramos seis, siete, ocho chiquillos...
T.- ¿En qué colegio
estabas?
A.- Estaba en ese
momento en el Viera y Clavijo. Y, entonces, nada, salimos los siete u ocho
chicos y nos vamos al Santa Catalina. Eso era hacia las once de la mañana, quizá
las doce... no recuerdo ahora exactamente. Llegamos al Hotel y preguntamos allí
al portero, pero claro, él lo negaba todo: “No, no, no... ustedes están
equivocados, aquí no está Ava Gardner”. Sin embargo, nosotros habíamos leído el
periódico y yo, que era el más atrevido, dije: “Vamos a esperar aquí, que ella
tendrá que bajar forzosamente”.
T.- Tú estabas
convencido de que la ibas a ver...
A.- Por supuesto.
Entonces, no sé, debe de ser que almorzó en el Hotel Santa Catalina que no salió
a la hora del almuerzo, pero aun así, ninguno de nosotros fuimos a comer a
nuestras casas. Nos quedamos allí. Fíjate tú, cuando yo llego por la noche a
casa aquel día, casi me matan, ¿no? Claro, porque en aquella época estaban
preocupados por esas cosas, imagínate... Entonces, yo recuerdo que serían
aproximadamente las siete de la tarde cuando veo que del ala derecha del Hotel
Santa Catalina -porque estábamos pendientes de todas las habitaciones que daban
para la calle- se abre una ventana y veo de inmediato a Ava Gardner. Yo soy el
que doy la voz de alarma y digo: “¡Miren, miren! ¡Allí! ¡Ava Gardner está
asomada a la ventana!”; y entonces, ella se percata de la presencia de los
chicos que estábamos abajo y que habíamos empezado a llamarla ¡Ava! ¡Ava! A mí
me parece que entonces ella pensó lo siguiente: “Si bajo, me van a abordar estos
chicos, me van a marear”. Por tanto, de una forma muy inteligente, vino uno de
los porteros o conserjes del Hotel y nos dice: “Bueno, miren, la señora Ava
Gardner les va a recibir a ustedes uno por uno”.
T.- Bueno, ¡Qué miedo!,
¿no?
A.- Oh... imagínate
tú... un crío con...
T.- ¿Y quién fue el
primer torero?
A.- Yo fui el tercero,
me parece, el tercer torero, exactamente. Y nada, mi amigo bajó con una foto, el
otro bajó con otra foto, y luego me tocó a mí el turno. Subo y, cuando llego a
la habitación, me veo a una Ava Gardner mucho más bella que en el cine, sin
lugar a dudas, sin lugar a dudas...
T.- ¿Pero ella estaba
sin maquillar?
A.- Sí, sí, sí.
Simplemente llevaba un pelo corto un poco así como en aquella época se usaba en
Hollywood, llevaba una bata blanca con un escote bastante pronunciado y, luego,
me sorprendió ver a Walter Chiari sentado en un rinconcito allí en una silla, es
decir que estaba presente durante la reunión.
A.- Ahí queda, y gracias a ti,
Teresa.
T.- Por si
acaso...
A.- ¡Por si acaso!
¡Exactamente! Ja, ja, ja... y entonces, pues nada, yo le dije que yo sentía por
ella una gran admiración y que había visto sus
películas...
T.- ¿Y tú dominabas el
inglés?
A.- No, no, en español,
¡ella hablaba en español!
T.- Ah, en
español...
A.- Sí, claro, ella
hablaba español. Hombre, no tan fluido, pero para entenderte
perfectamente.
T.- Eso facilitaba las
cosas...
A.- Efectivamente,
claro, claro. A veces te soltaba algo en inglés, lo cual yo no entendía,
naturalmente. Yo le dije la intención mía, que yo tenía una colección de
fotografías en aquella época que eran cuatro fotografías contadas, y ella se fue
un momentito y me da una foto firmada que es justo la que se publicaba en la
portada del periódico, y es ésa que actualmente aparece en la revista de la
compañía Binter Canarias de este mes de julio. Entonces, me da la fotografía y
me atrevo a decirle que si tiene alguna diferente, cosa que mis amigos no se
atrevieron a hacer, y me da otra foto de la misma toma de ésa, pero de cuerpo
entero. La cosa termina ahí, me marcho y sigo con mi vida, pero cuando me entero
que ya ella se afinca en España, en La Moraleja, me hago con su dirección, le
escribo y le recuerdo su encuentro conmigo en el Hotel Santa Catalina. Entonces,
ella con mucha frecuencia, me mandaba fotografías sin yo
pedírselas.
T.- Mira... qué detalle,
¿no?
A.- Sí, un detalle
impresionante, ¿no? Y, luego, un año, me llama un amigo y me dice: “Oye,
cómprate el suplemento del ABC porque le entrevistan a Ava Gardner en Londres y
te nombra a ti”. Justo fue el hijo de Carmen Zumbado, junior, que en aquella
época estudiaba cine en Madrid. Nada, me compro el ABC, en la portada estaba Ava
Gardner –lo tengo en casa guardado- y el periodista empieza a entrevistarla y le
pregunta algo relacionado con sus admiradores y ella contesta más o menos así:
“Bueno, yo tengo un admirador en Canarias que se llama Andrés Padrón y que creo
que se dedica al mundo de la distribución de películas. Me visitó cuando yo
estuve en el Hotel Santa Catalina en Las Palmas de Gran Canaria, y, por cierto,
me envía fotos con mucha frecuencia, pero no sé de dónde las saca porque son
fotos que yo nunca había visto”. Hombre... eso fue para mí muy importante. Por
cierto, la foto que te he traído aquí es una foto que Ava Gardner me envió yo
diría que cuatro o cinco meses antes de morir. Es una foto de la Metro Goldwyn
Mayer de promoción y a mí me impactó mucho, independientemente de que es una
buena fotografía y está muy guapa, porque como verás, me la dedica con tinta de
oro y me pone una firma muy larga. Además, lo de Ava Gardner es extrañísimo,
porque ella tenía dos firmas, y la gente dirá que cuál es la firma... pues las
dos firmas son de ella. Ella, a veces, solía firmar como se ve en las fotos de
la revista de Binter Canarias, pero si coges la foto mía, la letra es igual,
pero firma distinto.
T.- ¿Y sabes algo de sus
últimos años?, ¿cómo los vivió?, ¿en soledad?
A.- Muy mal, muy mal,
ella vivió al final muy enferma en Londres. Además, tengo un amigo que era muy
amigo de ella que se llama Paco Miranda, que era un pianista muy famoso que
tocaba el piano en el Hotel Ritz de Madrid, y él me contaba las cosas de ella,
porque hubo una época en que ella se incorporaba al Hotel Ritz para tomar unas
copas y oír a Paco tocar el piano y así se hicieron grandes amigos. De hecho,
Paco la acompañaba en sus grandes viajes y en sus juergas nocturnas. Empezaban
en el Perico Chicote tomando unos combinados, de allí se iban a un tablao
flamenco, esperaban a que cerraran el tablao flamenco y, entonces, ella cogía a
todos los cantaores y a los bailaores y se los llevaba a su casa de la Avenida
Doctor Arce en Madrid.
T.- ¿A ella le gustaba
bailar?
A.- Le encantaba, sí. Me
decía Paco que ella llegaba, subía, se quitaba la ropa y bajaba sin maquillar
con un pantalón y una camisa suelta y, la verdad que era una mujer... y me
estaba hablando de una época muy posterior a la que yo la conocí. Dice: “La
verdad, Andrés, que seguía siendo una mujer bellísima... aunque hay una cosa, es
verdad, estaba destrozada por dentro de todo lo que bebía, pero era algo
milagroso cuando ella trabajaba. Por ejemplo, concretamente, cuando rodó en
España “55 días en Pekín”, que ya fue la última película en la que Ava Gardner
fotografió muy bien, salíamos por la noche del tablao flamenco y nos íbamos a
los Estudios Bronston, se lavaba la cara, la maquillaban y parecía que había
estado durmiendo toda la noche en vez de estar de juerga”. Era impresionante. Él
me contaba sus vivencias con ella y era una mujer extraordinaria, era una mujer
muy cariñosa, posiblemente, con falta de afecto, de amor, porque era una mujer a
la que los hombres acudían deslumbrados por su físico, ¿me entiendes? Y ella,
pues... aprovechaba realmente eso. Paco me comentaba que Ava, sin una copa, se
comportaba de una forma, digamos, más decente, entre comillas, ¿no? Pero cuando
bebía, perdía el control por completo y no sabía ni con quién se acostaba. De
hecho, cuando tenía algún romance con algún torero, bailaor o lo que sea, y se
lo llevaba a su casa, al día siguiente no quería ver a nadie en su casa y le
decía al servicio que lo despachara.
T.- ¿Nunca consiguió
tener una relación estable?
A.- No, no. Por que,
incluso, el amor de ella fue Sinatra, sin lugar a dudas. Paco también conoció a
Sinatra y me contó un día una anécdota muy simpática. Dice que actuaba Sinatra
en España en los años sesenta y pico y en aquellos momentos creo que estaban
enfadados -Paco estaba presente en toda esa historia- y Sinatra llama a Ava y
empieza a cantarle por teléfono una canción. Claro, creo que Ava... cuando
Sinatra le cantaba...
T.- Se
deshacía...
A.- Sí, se deshacía.
Dice Paco: “Andrés, no tardó ni media hora en aparecer Ava Gardner en el local
con un visón blanco, desnuda, no llevaba nada encima”. Iba vestida con el visón
simplemente. Dice: “Sinatra coge un cabreo impresionante y se marcha de dónde
estaba cantando”. Porque, desde que entra Ava Gardner, el foco se lo quita a
Sinatra y le enfoca a ella.
T.- O sea que era una
lucha entre titanes. Ahí tendrían seguramente un
duelo...
A.- Sí. Además que
peleaban como fieras, pero realmente lo que pasaba ahí es que eran iguales. Eran
iguales.
T.- Bueno, ella me
pareció siempre una pantera.
A.- Era una pantera, sí,
efectivamente, era una pantera. Pero yo creo, Teresa, que... para mí, de las
actrices que yo he visto en mi vida, para mí, Ava se llevaba la palma. Era una
de las mujeres más impresionantes... por algo le llamaban “el animal más bello
del mundo” y realmente ese eslogan correspondía perfectamente al canon de
belleza que tenía Ava Gadner. Porque, claro, no era solamente una mujer de un
rostro bonito, como era el caso de Liz Taylor, que era una mujer guapa de un
rostro fantástico. En el caso de Ava, sin embargo, vemos a una mujer completa,
alta, delgada, de gesto seductor, toda ella, sus movimientos, mirada... sin
lugar a dudas. Por ejemplo, yo te puedo decir que he visto a Gina Lollobrigida,
a Sofía Loren, a Jacqueline Bisset... y te digo, sí, efectivamente, pero como
ella ninguna.
T.- Por último, me
gustaría que comentáramos un poco la colección fotográfica que tú tienes, si no
me equivoco, una de las mayores de Europa, ¿no? ¿Qué proyectos tienes para
exhibir en un futuro esa colección?
A.- Bueno, te puedo
decir que en este momento, exhibirla en un museo no me interesa nada. Eso que en
un momento llegué a pensar, ya no me interesa, sin embargo, si algún
coleccionista está interesado en comprar mis archivos fotográficos en Las Palmas
de Gran Canaria, no tengo ningún inconveniente en vendérselos. Hay ya una
propuesta de una empresa privada de Tenerife y estoy pendiente de ello, incluso,
también hay un proyecto de llevar la colección a
Marbella.
T.- ¿Y tus contactos en
París? Quizá haya alguna filmoteca francesa interesada, ¿o te gustaría más que
se quedara en España?
A.- Sí, claro, en
España, y, concretamente, me gustaría que se quedara en Canarias, porque pienso
que son unos archivos que se hicieron aquí y me ilusiona pensar que reposarán
aquí, pero lo veo tan difícil, tan difícil, tan lejano... que ya no creo en
eso.
T.- Bueno, pues ahí
queda. Muchísimas gracias, Andrés.
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