Tuesday, January 13, 2015



ENTRE JARAS, SABINAS Y RETAMA


I

Antenas abiertas

Doce árboles crecen sin cesar en un bancal,
mi oído escucha el crujido de las yemas.
Allí el sabor de la salvia y del romero marino,
bajo el bosque elbano las jaras
tejen su seda, un crisol de perfumes,
abejas y luciérnagas
llenan las despensas de miel y luz
en su orden frenético.

El otro extiende su antena de larga frecuencia
y entran, entran los sonidos, flautas de pan,
colores de la cordillera andina.
Me lavan la cara los dioses
con agua de manantial y nieve de siglos.
Suave es el balido de las llamas del Sajama.
Allá una madre reúne a su ganado
mientras besa los tatuajes de su hijo.

Uno y otro se abren dentro
hechos de arena y corazón...
¿Ves cómo se abrazan en mi pecho?
¿Cuándo regresarán las aves del lenguaje
con noticias de feliz sobresalto?
Ya vienen lloviendo agua,
siento su palpitar acurrucado en las nubes,
pronto su espacio será día.


Un aquí y ahora se balancea sobre mí,
abre mi espalda, la sonrisa
se me escapa hacia el horizonte.
Este tintineo de pulseras tal vez llegará
hasta el lecho dónde duermen las orquídeas.
Espero y sueño. Sueño y vivo. Me basta.
Y nadie, escúchame bien,
nadie podrá robarme esa belleza.



II

Tecla a tecla


Sonaba el piano
bajo la lluvia de marzo,
un ahogo sin cesar de viento húmedo
en la cumbre canaria.

El bosque de laurisilva,
eco de hazañas,
verbo de luces.
Sus cenizas, lecho, pinocha,
ayer olor, crujido de abrazos, tul.
Dedos ciegos
me inyectaron el vino
y el inminente descanso.

No gimió la misma melodía
en mis ojos y en los tuyos...
las teclas me grabaron un limbo
con gotas de uva, cosecha del reproche.

Abeto negro me querías,
pero no me encontraste.
Corrí y corrí, huí de la espesa niebla,
esa que recorre el cuerpo
en busca de inocentes.
Jamás los ejércitos de la culpa
arrojaron un vertido
en mi corazón.

Y así te hincó la noche su diente
como hinojo solitario.
A nadie le duelen los pasos
entre la retama en flor.



III


Sabinal de arena


Sombras de arena y hojas
cubren el cuerpo del silencio.
Es recuerdo y es presencia.
Espacio.
Sube las horas un vendaval de apretado riesgo.


Tú, en disfraz de algodón púrpura,
enrocas los confines del instante...
yo, apaciguo el latido de la espalda
y recojo tu cintura
en mi abrazo de sabina.

 

Silban los vientos frente al mar,
testigo su velero estático
ancla el tiempo.
Un horizonte de grises y azules,
se reflejan mil espejos.


Sobre el banco meces la vida,
das saltos hacia delante,
te espero, duermo.
Tu mano cabal de distancia
esboza una gaviota en mi línea del porvenir.


Una bandera de sigilo te tapa, nos tapa,
nos recoge del suelo.
En ese muro de susurros...
bajo el ala de tu sombrero,
dos piedras tatúan el beso.

 

***

 

Teresa Iturriaga Osa
 
 
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1 comment:

  1. Es recuerdo y es presencia...
    Sí, es todo a la vez este magnífico poema. Trabaja, escribe, viaja y sueña Teresa. Un saludo.

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