Campos de
siembra
Una oleada de lamento
exprime el olor de unas flores
que planté en abril
la luminosa mañana de aquel despertar
nuestro
arrebatado de incienso...
El sonido del gallo entre las sábanas
me agita el verso que hoy escribo.
Duele y duele más adentro que la
herida.
Las palabras y los celos
desvistieron su faz más amarga,
llovieron dudas,
arrabales de inquietud.
Un cansancio de manos blancas
bajó la cuesta del olvido.
Una memoria de campos a ritmo de
viacrucis
me hizo inerte y me dejó vacía.
Ahora se me
vencen las ramas del alma,
un óxido me rocía de pena el corazón
ajado de sembrar.
Teresa Iturriaga Osa
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