EN
LA CIUDAD SIN PUERTAS
COLECCIÓN
DE RELATOS
DOLORES DE LA FE Y TERESA ITURRIAGA OSA
Recuerdo
todos los días a Lola De la Fe, pero hoy especialmente, porque estoy
releyendo “En la ciudad sin puertas” (ATTK Editores, e-book
2015), el último libro de relatos que escribimos juntas antes de su
fallecimiento. Una obra que tuvo dificultades hasta que
pudo ver la luz. Nos cerraron muchas puertas al presentar la colección en
diferentes instituciones a las que acudimos con la única intención
de regalarla, pero no tuvimos éxito, aunque nunca nos rendimos. Por
eso, quiero agradecer el esfuerzo y la generosidad de las personas
que contribuyeron al nacimiento del libro: en primer lugar, a toda la
familia de Lola de la Fe, por depositar su confianza en mí para
llevar a cabo este proyecto. A Guadalupe Martín Santana, editora de
ATTK, por su exquisita sensibilidad y profesionalidad a la hora de
abordar todas las partes de la edición. A J. J. Armas Marcelo, que
escribió el prólogo con la brillantez característica de su pluma
literaria. Paso a paso, él iba revelándonos el auténtico sentido
de la obra con palabras dedicadas desde la maestría y la amistad más
sincera. Un escritor de verdad. A Augusto Vives, por su obra de
portada, reflejo visionario de esa ciudad sin puertas que llora su
lluvia de anhelos.
Y
quiero comenzar mi pequeño homenaje a esta gran escritora canaria
con sus propias palabras, recogidas en el prólogo del libro que
escribió para rescatar del olvido a la poetisa Ignacia de Lara, a
quien tanto admiraba: "Me resulta misteriosamente curioso
observar cómo una persona que en su vida y en su obra pareció
siempre anticiparse (al dolor, al desencanto, incluso a su propia
muerte), pudiera estar también íntimamente convencida de que la
esperaba, pronto, un destino de olvido. Como si al dejar escrito su
admirable Soneto póstumo, hubiera hecho desaparecer la llave de su
futuro, en el conocimiento de las generaciones que seguirían
sucediéndose en su mismo ambiente isleño. Tal vez lo presentía,
temerosa al propio tiempo de su certidumbre, lo mismo que presintió
tantas y tantas cosas... Las agudísimas antenas de su
hipersensibilidad pudieron convertirla en agorera de su futuro. Esta
pobre mujer desconocida es un verso suyo. Por un momento, realmente
-un momento largo, si se quiere- pareció que iba a cumplirse
fatalmente su premonición: “Para cuando me vaya hacia el olvido /
¡sin nombre y sin historia!” porque, tras unas apresuradas aunque
sinceramente doloridas reseñas, en los días que siguieron a su
muerte y funerales, cayó un injusto silencio sobre su recuerdo, al
menos a los ojos, a nivel de lector."
Con
esa emoción que me aprieta el alma como nudo en la garganta, no me
queda más remedio que hacer un silencio para sentir y reivindicar su
presencia hoy y siempre. Porque este sentimiento de Lola hacia el
olvido que sufrió Ignacia de Lara no quiero que se repita con ella.
Es más, ni quiero ni puedo ni voy a permitirlo.
Conocí
a Lola en el transcurso de una investigación de la Universidad de
Las Palmas de Gran Canaria sobre patrimonio intangible -dirigida por
la profesora Margaret Hart dentro del marco de un proyecto de la UE-
y, desde mi primera cita en su casa para entrevistarla sobre sus
recuerdos de la ciudad antigua, sentí por ella un profundo respeto y
cariño que, con el paso de los años, fue creciendo en admiración y
complicidad. Estudié todas sus obras: "Tiempo en sepia"
(Premio Ángel Guerra de Novela de la Villa de Teguise), "Ignacia
de Lara", "La Saga de los Miller", "Víctor
Doreste" (Biografía), "Happening para Jacob", "El
Mirador", "Las Palmas casi ayer"... ("Médium"
fue posterior). Y lo que en un principio comenzó como un trabajo de
investigación académica fue convirtiéndose en un aprecio y
colaboración humana y literaria sin precedentes en mi vida. Yo había
encontrado una auténtica madre canaria, de esas mujeres que te
acogen en su casa con la hospitalidad de las matriarcas de las tribus
del desierto, allí donde la confianza se instala en una jaima y los
huéspedes pasan la tarde charlando, riendo y bebiendo té.
Un
año antes de su muerte, iba semanalmente a su casa, teníamos entre
manos este segundo libro de relatos escrito a medias, "En la
ciudad sin puertas", con historias sobre la ciudad de Las Palmas
de Gran Canaria, la ciudad de la luz donde una y otra vivimos
desde paisajes distintos, pero comunes. Ese
espacio sin límites que sobrevolábamos juntas sobre el mar que para
mí siempre será el Mar de las Canteras. Nacía un nuevo libro donde
caben todos los abrazos, los colores y los días de los hombres y
mujeres que transitan nuestra tierra. Fue su última
ilusión literaria, una época en la que escribió unos cuentos
modernos a más no poder, con un estilo desenfadado y fluido
totalmente nuevo. Sus últimas líneas -escritas a mano- se
concentraron en desarrollar una breve historia que ella dudaba en
titular “La azafata” o “Por enésima vez”. Yo, en mi humilde
opinión, un día le contesté: “Lola, si pones la azafata, ya lo
estás diciendo todo, le quitas misterio al relato... es como el
chiste del acomodador que, cuando entran los novios en el cine y no
le dan propina, le da tanta rabia que les dice que el asesino es el
sheriff”. Así que el relato se quedó con el título más
enigmático, es decir: ”Por enésima vez”.
Les
contaría muchas cosas que sucedieron en nuestras largas charlas con
el café que ella me tenía preparado con su tacita, azúcar y
cuchara... bajo la máquina maravillosa que le habían regalado, esas
de pastillas que George Clooney anuncia en un spot publicitario. Y
cómo no, el cenicero... le encantaba el olor de mi cigarrillo porque
de joven fue una gran fumadora. En fin, no puedo expresar mi agradecimiento a
una mujer que es para mí maestra, amiga y madre en todos los
sentidos. Su capacidad de sobreponerse a la adversidad era
inigualable, su ternura y a la vez su chispa de genialidad y risa,
una ironía al más puro estilo canario, sus dichos... ese déjame
entrar... No creo que haya otra persona como ella, porque su fina
inteligencia con un sentido del humor sobresaliente es un ejemplo
para la vida de todos los que la conocimos. Su familia sabe que es
bien cierto lo que digo.
Siempre
me decía: “Por encima de todo, nunca seas dramática”. Ella
sabía que las lágrimas ahogan el avance del buen criterio, y con un
zapatazo de ironía, soltaba una carcajada ante el silencio solemne
de los justos, dándose la media vuelta en el giro de una pirueta.
Ésa era Lola, Lola De la Fe, qué más puedo decirles que ustedes no
sepan...
Ahí
queda también "Revuelto de isleñas", una colección en
torno a la escritura y la cocina que publicamos juntas en
2010, editado por Mapfre Guanarteme con bellas ilustraciones de Sira
Ascanio... y posteriormente reeditado por ATTK Editores en e-book
(2017) con prólogo de Emilio González Déniz y portada de Augusto
Vives.
Brindo
por la memoria de Lola de la Fe y les invito a nuestro sueño.
Gracias.
SINOPSIS
DEL LIBRO
"Octavio
Paz decía, a veces con la boca chica, que el género literario de la
novela era para gente menor intelectualmente. Lo decía con sarcasmo:
fue tan difícil para él que comenzó escribiendo una novela y
terminó escribiendo uno de los más grandes ensayos del mundo
hispánico: El laberinto de la soledad. Por el contrario, Hemingway,
gran novelista, explicaba que la novela es una pelea que se gana por
puntos, mientras el cuento es un género (otra pelea) que se gana por
KO. Y él sabía mucho de boxeo y de relatos: escribió algunos de
los mejores de la literatura universal. Hemingway, aquel gigante.
Henry James decía que para ser escritor de novelas había que tener
una voluntad férrea. Tengo para mí que, tal vez, todos tengan un
poco de razón. En cuanto a la afirmación de Henry James, se la
atribuyó a los verdaderos escritores: los que nunca salen de su
territorio personal, de su escritura. Los que y las que nunca salen
de la literatura, sino que se pasan toda la vida, con sus trabajos y
sus días, obsesionadas por la escritura literaria. Y este es el
sentido que quería a dar a mis palabras: estamos ante el libro
conjunto y completo de dos escritoras de verdad; una, ya fallecida,
se pasó la vida escribiendo y recordando. Algunos la dieron por
simple costumbrista. Allá ellos; la otra cayó en las redes de esta
manía asombrosa de la escritura literaria, se fabrica todos los días
sus propios escenarios, escribe viaja, habla, asiste al mundo. Y saca
consecuencias de todo en su literatura, en su vicio de escribir, como
decía John Updike: que la literatura, para un escritor o escritora
de verdad, es un vicio que no se quita nunca. Pasen y lean. Y
seguramente me darán la razón. En todo o en casi todo de lo que
acabo de escribir."
J.J.
Armas Marcelo (fragmento del prólogo)
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EN LA CIUDAD SIN PUERTAS
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