Relato
Teresa Iturriaga Osa
217 LLAVE DE ORO
En Granada llovía
la noche con un rostro de soledad aterido de vacío. Cada vuelta de
madrugada, Elba giraba su cuello hacia el hueco que había dejado el
cuerpo de su amado. Aún perduraba en su piel el olor de Ian, el
tacto del abrazo profundo y cierto. Artista de la espera, agitaba en
sueños un abanico de vida multicolor, aireando el drama, espantando
miedos con la mantilla puesta.
Sonaba una melodía
de mirlos locos en el patio, una confusión de risas y trinos
contagiando ilusión. A la fuga del blanco y negro, dio un salto de
la cama deshabitada y se plantó en la ducha. Ella seguía a diario
el ritual del bautizo del agua, el jabón de limón, la humildad del
arreglo floral, la sal de la forma. Una vez lista con su turbante de
seda, bajó a tomar un café, una última mirada a la fuente del
sultán antes de subir al autobús del adiós. Ni dos sobres de
azúcar pudieron llenar su boca con la dulzura del recuerdo, nada
podía compararse con un beso a la cafeína del amor...
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