RELATO
El
humo del Bósforo
Teresa Iturriaga Osa
El puerto seguía con su obstinado lamento de mercancías mientras se
entrecruzaban los idiomas y las gentes se agolpaban en los buques. El
tráfico humano del gran canal escribía la historia más mestiza de
todas las fronteras atlánticas entre África y Europa. Su barco
saldría al amanecer. El Señor de la Isla, a la vuelta de su odisea,
prometió que aportaría una esclava a la dote de su hija... Al fin y
al cabo, todo aquello estaba hecho de arena y polvo negro desde
siglos inmemoriales…
El
día que lo vio partir hacia ultramar, a Claire Lafontaine se le
desplazaron los ejes magnéticos del Bósforo. El muelle se llenó de
metáforas que inclinaron sus rayos hacia Oriente, y ella, en plena
enajenación mental, día tras día, acudía a la cita del crepúsculo
por si el velero del mariscal Delacroix volvía antes de tiempo de su
periplo. Sus ojos serían los primeros en divisarlo. Amores a
distancia, felicidad para los cuatro, le dijo la vieja vendedora de
búhos, aunque ella se empeñaba en no creérselo...
Nunca,
nunca regresó Jean Delacroix, eso dicen los documentos que estoy
traduciendo para una investigación sobre la esclavitud en Canarias
durante los siglos XVIII y XIX. Y mientras observo los antiguos
retratos del despacho de una oficina de La Autoridad Portuaria de Las
Palmas, veo en la televisión cómo descienden los pasajeros del
último cayuco, taciturnos, cabizbajos, cansados de la travesía.
Pero nadie se le parece. Hoy tampoco, quizás mañana. Sueño que el
aire me trae perfumes homéricos. El gerente de la Fundación me
habla de sus actividades culturales, pero yo rasgo en dos la tela del
tiempo y le interrumpo el discurso. He de marcharme, lo siento, es
urgente, sin disculpas.
Hace
dos segundos que han llamado a oración desde los minaretes en el
canal del Bósforo. El corazón es un altar de soledad donde Claire y
yo convocamos a los pájaros. Escucha, escucha…, ya están ahí.
Están hablando con Dios sobre la sucesión del desamor y el color de
los vómitos desde el lado inefable del mundo.
Fotos / Maite Del Río
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