Narrativa contra la Violencia de Género
Autora de la colección: Teresa Iturriaga Osa
Ilustradora: Sira Ascanio
A continuación: 3º relato
Arboleda de ilusión
En todo ser humano hay dos partes, una mala, que es la debilidad, y otra buena, que es la fuerza de nuestro espíritu
para salir de la ciénaga en la que nos metió el malvado.
(J. J. Armas Marcelo, El árbol del bien y del mal)
Sonó una flauta y no fue por casualidad. Fue la gotita que desbordó el vaso aquella tarde de primavera, cuando el celoso de su marido la miró con desprecio y la insultó como nunca. Ella sólo había hecho un comentario al mirar al joven que tocaba en el parque, le pareció hermoso el sonido y lo dijo sin dobles intenciones. Pero esas palabras fueron lo suficiente para despertar al machito que anidaba en aquel hombre.
¿Qué pasa?, ¿que ahora te gustan los jóvenes?
¿Pero tú estás loco? ¿Me puedes decir a qué viene esto ahora? Venga, déjalo ya… ¡Basta!
Cualquier cosa le sacaba de quicio a su esposo. Cualquier cosa. Pero desde aquel día, la flauta se convirtió en un símbolo importante para Rosi. Ya no le aguantaría ni un moco más. Después de aquel incidente, se marchó a una casa de acogida y le ayudaron para cambiar el mundo de color. Fueron años duros, intensos, pero de aquello, Rosi prefería no hablar, era perder energía con tantas cosas que tenía entre manos en el momento presente. El aquí y ahora es demasiado importante para perderse en un pasado tan mezquino donde todo huele a control, celos, posesión y dominio. Ella no estaba por la labor de enredarse en esas historias durante nuestras clases de inglés.
¡Ja! Aprenda usted inglés en tres semanas les dicen a los ilusos y van ellos y se lo creen –llevábamos cuatro semanas y la gramática no era su fuerte.
Pues sí, Sofía, a mí me habían dicho que tú enseñabas a hablar en menos de un mes y ya ves…
No, de eso, nada. A mis alumnos les digo el primer día que hay que trabajar duro sobre las bases de la lengua y que ya iremos entrando en la conversación.
Pero si yo sólo necesito defenderme con la gente que venga a los talleres… no te empeñes con los verbos, te lo suplico… Son un rollo.
Son un rollo, dice… Si tú supieras lo fácil que es la gramática inglesa comparada con la nuestra o la francesa… Mi niña, unos cuantos verbos en tres columnas, ¿eso es tan difícil de memorizar?
Mira, no te vuelvas loca, a mis alumnas extranjeras yo les hablaré todo en presente y así se acaba el problema.
Claro, mira tú qué sencillo, y cuando alguien te pregunte si ayer se abonó el parterre, ¿tú qué le vas a decir?
Que sí, que ya está abonado, aquí y ahora. Olvídate del ayer…
Ay, mi madre… ¡Qué cruz! Rosi, es que yo no puedo contigo… venga, vamos, vamos con la primera columna de los verbos irregulares, ¿cómo se dice en inglés “soportar”?
“To bear”, ¿a qué sí? Para que veas que me la sé perfectamente.
Sí, querida, sí, “bear” significa “soportar”, “aguantar” y también “oso”, apunta.
Ja, ja, ja… Como supongo que ningún oso va a aparecer por el huerto, no me va a hacer mucha falta, pero bueno… no te enfades conmigo, ya está, queda escrito en mi libreta por si acaso –me decía todo eso con una punta de ironía y muchas ganas de jugar.
Así nos pasamos las semanas antes de comenzar el nuevo curso, que, en septiembre, le daría a Rosi la posibilidad de mostrar las maravillas de su hermoso huerto en Ingenio. Con la ayuda del Cabildo, ella había presentado un programa de actividades para la formación de mujeres inmigrantes en la isla y se lo habían aprobado. Era una experta en agricultura ecológica.
Antes de solicitar este proyecto, estaba llena de ilusiones y me costó decidirme por una. Ya me conoces, tengo de todos los tipos: ilusiones cotidianas, otras que son casi utopías, y otras que espero ver cumplidas más pronto que tarde –me hablaba moviendo los brazos como si dirigiera el tráfico invisible del aire.
Alegría no te falta, Rosi, es evidente.
Es que mis ilusiones son como árboles, no van nunca en la misma dirección porque se ramifican y se mezclan entre ellas. Mis ilusiones son como plantitas, crecen porque las riego y las alimento.
Está bien eso de tener varias opciones, así, si te sale mal una, tienes las otras y no te frustras.
Sí, yo te había hablado de mi proyecto del jamonal, pero no salió por falta de presupuesto, aunque no lo descarto para más adelante. Pero ahora estoy encantada con esto, una finquita en la que poder cultivar mis cosas: frutales, verduras, plantas aromáticas y ornamentales, etc.
Con la subvención te resultará todo más fácil, has tenido mucha suerte en plena crisis. Trabajar en lo que te gusta es la mayor lotería que a una persona le puede tocar.
Yo disfruto con las plantas que cuido en casa: aloe
vera, olivos, albaricoques, tomates, pimientos, plataneras,
hierbas frescas. Me ilusiona ver crecer las plantas y cómo dan frutos, cómo se recuperan las enfermas, meter las manos en la tierra…
Es un milagro. La madre naturaleza.
Este año, cuando apareció el primer tomate, fue una fiesta en casa, mi hija y yo lo compartimos como si fuera una tarta de cumpleaños –entonces, se le iluminaba el rostro cuando nombraba a su hija.
Así que el sueño de Rosi se había cumplido. Siempre había deseado poder producir alimentos, dar trabajo a mujeres como ella, ayudar a personas que necesitaban una oportunidad más. Ésa era su ilusión. Iba a contratar a personas mayores de cincuenta años como técnicos agrícolas. Su hija también era para ella un apoyo muy importante en el proyecto, había estudiado sin descanso y ahora era trabajadora social. Era su bastón. Aquella mujer íntegra, que no se dejaba comprar por nadie, había desarrollado una sensibilidad especial por las mujeres abandonadas porque había sufrido en propia piel el desamparo.
Pepe, el actual compañero de su madre, también era un puntal en el proyecto. No tenían palabras para agradecerle el cariño que les demostraba a diario. Además, era un manitas. Pepe se encargaría de la instalación y mantenimiento de los invernaderos, semilleros, sistemas de riego, etc. Él sabía cuando era el momento propicio de plantar, podar y abonar siguiendo el dictado de los astros, el pulso de las estaciones.
El mundo de las flores también ocupaba gran parte del proyecto. Desde los geranios más fuertes hasta las orquídeas más delicadas, en el huerto de Rosi convivían en una armonía multicolor las rosas, los lirios, las azucenas, los crisantemos, las margaritas, las campañillas… Al principio, los claveles fueron los que más se le resistieron, pero ella, con sumo cuidado, los volvía a plantar con la esperanza de que se fueran adaptando poco a poco al microclima del lugar.
Los claveles que se me rompían, yo los volvía a enterrar porque me daban pena.
La imagen me parecía una bella metáfora de su deseo de renacer tras una vida aparentemente rota. Rosi sabía que el clavel que se rompía, acabaría por secarse y, sin embargo, el impulso que la llevaba a conservar ese mínimo de savia que aún corría por el tallo tenía un significado simbólico que iba más allá de la lógica. De manera que en el ritual mágico de su deseo, perduraba la ilusión, un potencial más fuerte que la realidad.
- Las orquídeas no te creas que son tan delicadas como dicen. Basta con regarlas con poquita agua una vez por semana. Eso sí, hay que limpiarles las hojas suavemente con un pañito húmedo. Que respiren bien, como las personas. Estamos hechas de aire y caricias.
Ya estaban confeccionando las etiquetas de las conservas que se venderían en la pequeña tienda del huerto. De forma artesanal, madre e hija iban escribiendo sobre una tela el nombre de los productos. La mermelada de manzana era su especialidad.
Guisamos manzana blanca y francesa, que es como en Canarias se llama a la reineta. Todo sin piel y sin semillas.
¿Y por qué mezclas dos tipos tan distintos? –le pregunté por curiosidad, pensando en el contraste de sabores que podría producir en mi paladar.
La mezcla de la acidez de la reineta, querida amiga, con la dulzura de la manzana blanca produce un resultado exquisito. Eso se deja reducir, se cuela y, luego, se escacha –aclaró sin reparos, convencida de que yo sería capaz de alcanzar el vuelo de su metáfora.
¿Y qué cantidad le añades de azúcar? –insistí, tratando de captar todos los registros.
La misma cantidad de azúcar que de manzana. Y a fuego lento, con una cuchara de madera, la vas removiendo sin parar hasta que se dore.
Y luego, a embotar.
Sí, una vez que se enfría, hierves los recipientes de cristal y los vas sacando con una pinza de la olla. Se coloca la mermelada sin llenar el bote hasta arriba, se cierra y se guarda en la despensa, como los buenos recuerdos.
Como los buenos recuerdos… ya, ya… tú sí que sabes…
La vida es una maestra. Juega a los dados con dominio y, a veces, el dolor que nos ofrece nos conduce a la felicidad. Ésa era la enseñanza para Rosi. De ese modo, una cadena de despropósitos la había llevado a un buen destino. Cosas del azar, retorcidas, inconexas en apariencia, que al rozarse, se adhieren, se van ensamblando una a una hasta convertirse en una arboleda de ilusión, el gran pulmón que nos hace respirar cada mañana al despertar.
***
"They run as fast as they can. A gasp at the cost of effort. Other fall and no longer stand. Some, more resistant, sing a song to give encouragement. She says, do not let your head like one that has been vanquished. She says, wake up, come on, the struggle is long, the fight is difficult. Then they shout with all their strength to show their enthusiasm. "(Monique Wittig, The Guerrillas).
No comments:
Post a Comment