Monday, January 2, 2012

TENDIDA FRENTE AL MAR

DESVELOS

Autora de la colección: Teresa Iturriaga Osa

Ilustradora: Sira Ascanio

A continuación: 6º relato








Tendida frente al mar
 


        
Le bleu et le rouge, les chants et les loups, je les ai dans la tête. Je les emporte partout avec moi. Où qu’on aille, il aura toujours des chants et des loups, ce n’est pas une question de frontières.

(El azul y el rojo, los cantos y los lobos, viven en mi cabeza.
Los llevo conmigo a todas partes. Y dondequiera que vaya, siempre encontraré cantos y lobos, más allá de las fronteras.)

(Fatou Diome, Le Ventre de l’Atlantique)




Llevaba tres semanas con la pierna rota y Jasmine había aprovechado el período de convalecencia para leerse los libros que yo le había regalado por Navidad. Buena ocasión para reposar, pensó. Estaba inmersa en las páginas de una novela de Fatou Diome, una escritora senegalesa que había sabido plasmar de forma magistral la tragedia de la inmigración. Era una crítica del paraíso perdido de Occidente y también una forma de entender la vida y la muerte desde la pobreza del mundo africano, totalmente fascinado por el marketing de nuestra civilización. Aguas rotas sin nacimiento ni retorno.

Cada palabra de la novela la llevaba a su pasado en África. Se veía de niña tendida frente al mar en la pequeña aldea de pescadores donde creció feliz con su familia. A lo largo de la costa, se extendía la playa de arenas doradas y, a lo lejos, como pequeñas motas de polvo suspendido sobre el mar, se adivinaban las embarcaciones de pesca faenando con sus redes desde la mañana hasta el atardecer. Allí todos se conocían, se ayudaban y se respetaban, pertenecían a un pueblo que les daba fuerza e identidad. En todos los actos de su vida diaria, tenían muy en cuenta a los antepasados. También a sus mayores. Y eso estaba bien, pero la tradición es un arma de doble filo cuando entramos en la cuestión de la igualdad de género. En ese caso, las costumbres tribales se convierten en verdaderos obstáculos para evolucionar como un ser libre e independiente. Era el caso de Jasmine que, con tan mala suerte, fue a unirse sentimentalmente con un joven violento y posesivo. Al amparo de la tradición conyugal, la mujer debía ser obediente y acatar las órdenes del varón, eso le dijeron los ancianos del lugar, y esa advertencia iba también iba firmada por las mujeres, madres y esposas del resto del clan.

Fue un tiempo intenso y difícil para Jasmine. Nuestra amistad comenzó a raíz de la traducción de varios documentos que me encargaron con motivo de su caso. En muchas ocasiones, se me plantearon diversas cuestiones lingüísticas que no conseguía descifrar y resolver, seguramente, por mi desconocimiento de su cultura. Tenía que traducir unos informes con testimonios personales en los que no podía darse ningún tipo de ambigüedad. Debía ser lo más fiel posible al texto original en francés. Por eso, bajo el pretexto de pedirle una explicación del habla, la llamé y quedamos en vernos para clarificar mis dudas. En realidad, lo que yo pretendía era preguntarle por su visión del mundo y comprender cómo se expresaba su interior a través de sus silencios, sus gestos, sus ausencias… en fin, conocer de cerca sus reacciones emocionales.

La gente, en general, cree que un idioma es un sistema aislado de la realidad, nada más lejos de la verdad. La lengua adquiere el cuerpo de una vida profunda si tenemos en cuenta las circunstancias y el mundo anímico del que se expresa a través de ella. En efecto, la lengua es un instrumento de comunicación, pero no es el único. La diversidad cultural se expresa a través de muchos aspectos y hay diferentes formas de entender la vida y la muerte que regulan las relaciones entre los seres humanos. En cualquier caso, lo importante para mí era hacer bien mi trabajo de mediadora y así nos pasamos las tardes como buenas amigas, intentando aproximar nuestras miradas.

La verdad, Tara, yo tenía muchas ilusiones por construir un futuro familiar junto al hombre que amaba y, de repente, todo se convirtió en una pesadilla.

¿Empezó a maltratarte antes del matrimonio?

Yo ya tenía los niños, eran muy pequeños, pero por ellos tomé este camino de espinas. Decidí sacarlos adelante yo sola con mi esfuerzo. Me marché de su lado, dejando atrás aquella agonía y para recuperar mi dignidad como mujer, como persona.

Supongo que fue muy duro para ti, tan lejos de tu país.

Ni te lo imaginas.

La batalla tenía doble frente. En Canarias, tenía que sufrir la exclusión por su condición de inmigrante además del rechazo de su propio grupo, que le apartó su mirada y le negó toda ayuda y consuelo. Era obvio si tenemos en cuenta el contexto cultural de su país natal. En la actualidad, el continente africano se enfrenta a los desequilibrios sociales de una economía global que, día a día, deja en la pobreza a un mayor número de personas. Las clases altas gozan de un nivel de vida envidiable, pero en las zonas rurales se mantiene la antigua división de clases y las garantías democráticas básicas como la libertad de expresión brillan por su ausencia. África es un territorio desconocido para los occidentales, un lugar donde la sequía y la hambruna se suceden entre períodos de revueltas y guerras tribales. Pocos países escapan de ello, basta entrar en la prensa digital internacional y cualquiera puede comprobar las carencias de la población. La cruda realidad se impone y las visiones bucólicas del colonialismo ya no se sostienen en este siglo. Las organizaciones no gubernamentales son un ejemplo de solidaridad y sus colaboradores arriesgan cada vez más a menudo la piel por ayudar a la gente a sobrevivir. Techo, comida, ropa, medicina, material escolar… lo primero es cubrir las necesidades más básicas. Y en esa situación de crispación, solicitar apoyo para una mujer maltratada no se contempla del mismo modo que en nuestra civilización.

¿Y a dónde le había conducido todo eso? De toda su andadura, Jasmine había aprendido a conquistar la soledad.

Es tremendo que no te acepten los tuyos. Eso lo llevo fatal.

Es que no ven más allá… y tu visión es más amplia.

Lo sé, lo sé… pero a veces, cuando paso al lado de las mujeres de mi cultura, veo que me miran con desprecio porque no visto a la manera tradicional y me lleno de pena.

No deberías sufrir por esas cosas, Jasmine. Ellas sólo ven la superficie y creen que has vendido tu alma porque te pones un pantalón…

Si ellas supieran que yo sigo siendo la misma... Se trata de mi trabajo, he de integrarme aquí para llevarles el pan a mis hijos.

El traje no es lo más importante. Lo que cuenta es el corazón de las personas.

Sí, pero es una tradición muy fuerte en nosotras. Al principio, cuando abandoné mis atuendos, me sentía desnuda. Con el tiempo, he aprendido a sentirme mejor, pero aún estoy dividida.

Su vida era para mí un testimonio real que me daba alas para soñar. El ímpetu de las palabras de Jasmine me fue llevando de la mano a esa vaga sensación que dejan los sueños que el cerebro no comprende, pero abre el espacio de vibraciones donde se mueve la intuición. El sueño de la inmigración interpelaba mi conciencia hacia una vida llena de sentido universal, cosmopolita.

Tienes mucha razón, Jasmine, cuando dices que la tierra no nos pertenece... Y, en España, a veces se nos olvida que casi todos hemos sido hijos o nietos de inmigrantes, me refiero a que alguien de nuestra familia se fue a otro país buscando trabajo cuando aquí se pasaba muy mal.

Cierto, la tierra es una madre que nos acoge por igual a todos, sin distinción de razas. Por eso, deben dejarse atrás los esquemas mentales sobre los inmigrantes que llaman a las puertas del bienestar.

He leído que, en muchos países africanos, una gran parte de la población vive con menos de un dólar al día.

Hay unos pocos que son muy ricos y el resto vive en la miseria. Salimos de África para mejorar nuestras vidas porque allí es muy complicado sobrevivir.

Ya… Parece mentira que nos hayamos olvidado tan pronto de que nosotros también hemos sido emigrantes.

Yo me he visto luchando durante años contra los estúpidos prejuicios culturales. He tenido que soportar en mi cabeza las contradicciones que conlleva estar viviendo en una sociedad occidental y ser de la mía. Es como sufrir de esquizofrenia.

La dualidad mata…

Amo a mi país, sus paisajes, sus gentes. Sueño todas las noches con mi playa, estoy allí, me veo tendida frente al mar, en paz conmigo misma. Sin embargo, sé que tardará mucho tiempo en producirse el cambio de mentalidad que yo deseo para las mujeres.

El mundo árabe ha iniciado un proceso de apertura, pero aún es muy lento. Paciencia.

Deseo que un futuro se abra un mundo de posibilidades para las mujeres. Que no haya ningún tipo de discriminación para que las próximas generaciones sean más libres. Quiero ver a mis hijos realizados como grandes personas y profesionales el día de mañana.

Durante años, mi experiencia como traductora me había hecho observar la incomunicación entre los grupos humanos, y cómo ese vacío, poco a poco, había llenado de confrontación la vida de nuestra civilización. Por eso, escuchar testimonios como los de Jasmine no me dejó indiferente, despertó en mí el asombro. ¿Cómo permanecer ausente al conocer las penurias de los inmigrantes en sus viajes en pateras? ¿Puede acaso una madre imaginarse el horror de perder a un hijo en medio del océano y no saber nada más de él? Amores rotos a pedazos por la pobreza y la distancia en medio del carnaval de muecas de un puñado de traficantes de sueños, ilusionistas que engañan a los que deciden emprender el viaje hacia el paraíso occidental.

Estudiando de cerca las culturas aprendí mucho, porque se destruyen los prejuicios, se desmoronan los falsos estereotipos, esas verdades cansadas, fabricadas desde hace siglos en Occidente. El futuro del nuevo milenio se encamina hacia el mestizaje global por el que evolucionan todas las sociedades. Eso enriquece. Al fin y al cabo, los africanos que emigran nos demuestran una dignidad que debería sobrecogernos; ellos aún disfrutan, viven la utopía necesaria, la ilusión que los blancos perdimos hace mucho tiempo.

Por eso, una mañana, leyendo la prensa, me conmovió la noticia del joven africano que se encaramó a la rueda de un Airbus pensando que las alas de aquel pájaro le llevarían al cielo de Europa. Con la fuerza de esa voluntad que le habían inculcado desde niño como virtud para enfrentarse al sufrimiento, quiso arriesgar su propia vida, era una cuestión de dignidad buscar una vida mejor para sacar adelante a su familia. Prefirió enfrentarse a su cita con la muerte que quedarse entre los suyos como un joven sin futuro, sin sueños, sin nada que llevarse a la boca. Entonces, me vinieron a la mente las palabras de Jasmine y lo comprendí todo.



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