Sunday, March 4, 2012

COLECCIÓN DE RELATOS



RELATO


Fátima Bouziane (escritora marroquí)




DE TOM Y JERRY A TOM CRUISE







RELATO DE LA ANTOLOGÍA



QUE SUENEN LAS OLAS




Colección de relatos escritos por mujeres de Canarias y Marruecos




Editado por LA OBRA SOCIAL DE LA CAJA DE CANARIAS




Cofinanciado por AFRICAINFOMARKET




Primera edición: junio de 2007 Las Palmas de Gran Canaria











No siempre soy una mujer con sentidos femeninos, a veces, salgo de mi piel y pierdo el sentido del tacto, puede que por eso, cuando alguien me dijo en la calle “¡Oh, fascinante!”, mi mente se marchó a pensar en la bruja canosa de los dibujos animados que usaba su escoba para volar por el cielo y me reí tanto que hasta me salieron lágrimas… Aquel día me sentí como una niña sentada frente al televisor con ganas de ver un montón de dibujos animados de la serie Tom y Jerry… Con un sentimiento de niña, yo seguía esa deliciosa lucha entre el ratón y el gato, y me partía de risa con las trampas de Tom... mientras chupaba un "chupa chups" que había comprado para el hijo de mi hermana…

Y ayer me desperté con sentimientos de adolescente. Por la tarde, saqué del armario un vaquero, unas zapatillas, un sombrero que se parece a los de las señoras de las antiguas series francesas como “La casa pequeña”, “Malas gafas”, “Bolso de douma1”... cosas de mi época universitaria... Después, le escribí una nota a mi marido: “Me voy a la playa de Harhura, me encantaría que fueras allí conmigo”.

La última frase era de pura cortesía, porque yo hubiera preferido que se quedara dormido en la cama hasta mi regreso. Pegué el papel sobre el ordenador y me fui. Como no tenía ganas de bañarme, me senté en la terraza de un café… pedí un zumo de naranja y compré el periódico, aunque yo ya me había informado de su contenido por la mañana en su copia electrónica. Sólo quería el periódico para esconder mi cara de las miradas que no me gustaban… Me cambié varias veces de sitio buscando un ángulo que dejara el mar accesible a mi mirada… no lo conseguí como lo había imaginado… pero, a mi lado, descubrí algo que me atraía más que el mar. Una guapa adolescente junto a un chico al que apenas le había salido el primer pelo en el mentón… Ella se está comiendo un helado mientras él bebe una taza de té, él habla y ella escucha… y, de vez en cuando, él toca la mano de la chica, en un movimiento rápido, como si quisiera atraer su atención hacia sus palabras. Él habla y ella escucha con una sonrisa cómplice, mientras saca su lengua y chupa el helado en la cucharilla de plástico... su mirada se fija en su lengua rosa, él absorbe su saliva y ella sonríe con malicia… él acaricia el vaso pensando en su pierna… ella pone su mano sobre la mesa… y, como en aquella toma cinematográfica tan conocida, el chico le coge de la mano a la chica y la aprieta con dulzura… Entonces, desconcertada, la chica dirigió su atención hacia su alrededor con un movimiento investigador y chocó con mi mirada, inclinó su cabeza y retiró su mano… yo fingí leer el periódico… Confieso que he visto, he vivido, a menudo, esta escena, pero siento siempre en ella una carga romántica que me marea… así que la chica movió la silla y me dio su espalda en un desafío visible hacia mí y, probablemente, hacia el velo que llevo sobre la cabeza con todas sus referencias imaginadas. El chico también giró la silla y se sentó al lado de la chica… ella se divierte con su pelo, él se divierte con los dedos de la joven… ella se divierte con el pelo del chico… él toca su pierna, y yo... ¡ojo sobre el periódico y ojo sobre ellos! Y... ¡hop!, los dos penetran en un beso largo y extendido… yo tragué saliva… y me acordé de los deliciosos besos cinematográficos que se veían en las películas españolas… Por ello, me hice cómplice de mi hermano. Había una televisión a color en el patio del segundo piso para los hijos, donde veíamos el canal marroquí durante el tiempo limitado de difusión… mi hermano y yo subíamos al techo de la casa, añadíamos al recogedor de programas el cedazo que se emplea en la preparación del alcuzcuz o la tapa de una olla de aluminio, y experimentábamos… a la derecha, a la izquierda, en el medio… y, en cuanto cogíamos el primer canal español, esperábamos ver la película, especialmente los besos largos y extendidos entre el apuesto héroe y la guapa y rubia protagonista… Yo miraba sola la primera parte de la película y, luego, mi hermano miraba la segunda, no por pudor, sino porque uno de nosotros debía estar de pie haciendo guardia en las escaleras, y, si uno veía al padre, informaba al otro para cambiar de canal… Pero cuando mi madre me pillaba in fraganti, me tiraba de la trenza diciendo:



Abominable, te juro que te voy a matar.



Sabía que mi madre no podía ni siquiera pegarme, yo me reía y le decía:



Mohamed también mira eso.



La amenacé con decírselo a mi padre, mi madre tenía miedo por mi hermano y lo mimaba mucho, mientras que mi padre venía en mi ayuda y me mimaba también... Por eso, libera mi trenza y me amenaza con el infierno… ríe… ya no tengo trenzas, la adolescente tampoco tiene trenzas, ¿a dónde van nuestras trenzas?... Su pelo corto deja su cara más masculina... hay algo que aún me ata a ella y me empuja a volver a ella, y espiarla así me resulta delicioso. Las mismas miradas a hurtadillas que lanzábamos a los enamorados en el bosque mirador cuando éramos alumnos; íbamos allí con el pretexto de revisar las lecciones en la naturaleza y nos pasábamos el tiempo persiguiéndolos; ellos se escondían entre los árboles mientras nuestros ojos y gritos los seguían con curiosidad… Ahora, el margen de libertad se ha ampliado y los enamorados empiezan a sentarse en las cafeterías donde se dan besos con calma, exactamente como lo hacían los turistas españoles en cierta época en la playa Kimado… “Pese a ello, esas escenas íntimas siguen siendo objeto de nuestra curiosidad y asombro por muy acostumbrados que estemos a ellas”.








Pensé en decirles eso a los dos enamorados. Quería pedirles perdón por espiarlos, pero se fueron antes de que yo encontrara las frases adecuadas… Entré en la cocina y le dije a mi marido:

Quiero que me beses.

¿Eh?

Estoy segura de que me oyó perfectamente, ¿pero cómo puede creer? Nunca le pedí algo parecido, es él quien siempre toma la iniciativa, lo propone y yo me hago la inexpugnable, incluso si lo estoy deseando, conducta extraña que rechazo, pero no puedo liberarme de ella, ¿será el deseo de guardar algunas trenzas de mi infancia? ¡Puede ser!

Como has oído, quiero que me beses.

Estaba a punto de hacerlo...

No, aquí no.

Aumentó su sorpresa…

En la terraza de un café en la playa de Harhura.

Rió… dijo que estaba loca, y luego, después de un momento de silencio, dijo completando...

Si deseas hacerlo, vamos a nuestra habitación.

Me callé, esta vez no era para hacerme la inexpugnable como siempre, era sólo porque no quería ser una mujer, quería ser una adolescente que apenas se abre, apenas descubre el placer en el toque, en el beso y en esos pequeños detalles, él no va a entender eso… me retiré a la sala de estar, me senté frente al televisor, di una vuelta por los canales de las canciones… él se quedó en la cocina preparando el zumo… se ofreció a traerme un vaso… dije que no.

¿Un danone?

No, gracias.

Entonces, una manzana, las manzanas que compré hoy son deliciosas y te van a animar.

No esperó mi respuesta, trajo una manzana y se sentó a mi lado.

Estás guapa, el color turquesa te va bien.



Introducción conocida… decidí zanjar el asunto antes de que las cosas se desarrollaran y me fuera más difícil volver atrás.



¡Uf! ¡No sé por qué siempre tienes que fumar!

Te aseguro que sólo he fumado un cigarrillo en todo el día.

Un cigarrillo o una cajetilla de cigarrillos… lo importante es que has fumado.



Hablé con voz de enfadada.



Ok, encuentro en ello un placer personal, yo no te pido cuentas cuando tú encuentras placer en el baile o en la escritura… además, ¿a ti qué te importa?

Primero, no mezcles las cosas, segundo, hay una gran diferencia entre escribir y fumar, tercero, me importa porque cuando me besas dejas en mi boca el olor del tabaco.

Ahah, dilo francamente… escucha, no hace falta buscar justificaciones, no te voy a besar y ni siquiera voy a acercarme a ti, ¿qué te crees, Rubí la bella?, no eres más que…



Se tragó el resto de la frase, pero sé que la terminó en su interior (como una patata gorda)… me lo dice siempre cuando le pongo furioso.

Oí el choque de su cuerpo con la cama, di un suspiro de alivio… navegué entre los canales de televisión, quería ver una película árabe clásica llena hasta el borde de romanticismo, pensé en la película "Avenida del amor" o "Almohada vacía"… mientras tanto, descubrí que todos los canales de sexo cifrados estaban abiertos, mi marido se empeña más en descodificar esos canales que en pagar las facturas del agua y la luz… no me gustan las películas de pornografía, me dan náuseas… me encontré en el canal rotana tarab Oum kaltum cantando "Ésta es mi noche"… puede que el sueño me llevara mientras repetía con ella "Ésta es mi noche y el sueño de mi vida"...

Por la mañana me desperté abrazada a mi almohada, y me acordé de que había soñado con Tom Cruise.






Ilustraciones del relato: Isabel Conde Ibarra


Traducción y adaptación de los textos árabes al español:

Leila Chafai y Teresa Iturriaga Osa


No comments:

Post a Comment