Caderas de odalisca.
Las mías.
Todo empezó ahí.
Lo peor vino después, en un giro de las manos,
cuando no esperaba nada.
Llovieron los deseos por docenas,
el corcel se detuvo a beberme la sangre,
violentamente, enterré reproches y cáscaras
en las arenas del desierto,
podrían hacer más mal que bien al peregrino.
Y me puse en marcha.
Unos viajan para aprender, otros para enseñar,
yo estoy aquí para olvidar.
En vidas pasadas alisé mi cabello
con púas de escorpión,
lo rompí con palabras ásperas.
Caí en las redes de la costumbre.
Griterío de fonemas sin límite de crueldad
a bocajarro.
Ahora, en esta fuente pienso, cuido,
retengo cada sonido antes de hablar
no quiero herir,
callo del todo, para siempre,
masco el papiro de mis versos en silencio
por si acaso.
El odio no tiene fecha de caducidad.
Teresa Iturriaga Osa
Gracias por compartir este poema, Teresa.
ReplyDeleteAbrazos,
Paula Nogales
Espero tus poemas, sería un placer.
ReplyDeleteMe quedo con "no quiero herir, callo del todo, para siempre" ¡Qué madurez da la experiencia y cómo aprendemos en la senda de la vida! Gracias Teresa, siempre tus poemas desprenden profundos mensajes.
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