LA LINEA DEL HORIZONTE
El viaje y sus culturas. Blog colectivo
Ana Puértolas
Me licencié en Filosofía y Letras, pero el azar y mis aficiones me llevaron a trabajar como periodista de viajes. Aprendí un montón junto al maestro Luis Carandell en la revista Viajar y no paré de moverme, sobre todo por nuestro país, para escribir una ruta semanal en el periódico El País. Escribí una guía de la entonces aún región de Madrid y otro libro más personal y divertido titulado "Viajad viajad malditos". Seguí viajando siempre que podía y viviendo del periodismo, no siempre viajero, y durante años he tenido la gran fortuna de ser responsable de la edición española y portuguesa del boletín amarillo de National Geographic, la revista en la que desde adolescente soñé participar. A partir de 2010, libre ya de los forzados horarios laborales, viajo más libremente y escribo siguiendo mis deseos y preferencias. A partir de ahora lo haré en el blog La Línea del Horizonte sobre mujeres viajeras, ciudades especialmente históricas y monumentales o rutas culturales. Todo un lujo.
Viaje más allá de la historia
El director de cine alemán Werner Herzog ha dirigido La cueva de los sueños olvidados, una fascinante película en 3D rodada en la cueva de Chauvet, Francia, donde se encuentran las creaciones pictóricas rupestres más antiguas del mundo.
Se trata de un viaje fantástico para hacer sentado en una butaca y delante de la pantalla. Una inmersión mental, óptica y casi física en el mundo donde vivían nuestros antepasados en tiempos muy lejanos. Y una manera eficaz y emocionante de trasladarse a la prehistoria.
La película en cuestión, porque de cine estoy hablando, se titula La Cueva de los Sueños Olvidados, dura 90 minutos, está rodada en tres dimensiones y su director es Werner Herzog. La cueva, que lleva el nombre (cueva de Chauvet) de uno de los tres espeleólogos que la descubrieron en los últimos días de 1994, está situada en el sur de Francia, en el departamento de Ardèche, y en sus muros se encuentran las creaciones pictóricas más antiguas de mundo en su entorno natural. Al menos las más antiguas que se conocen actualmente. “Es como una cápsula del tiempo, perfectamente conservada durante 30.000 o 35.000 años” comenta el director del documental.
Werner Herzog, nacido en Munich en 1942, de formación exclusivamente autodidacta, empujado por su curiosidad hacia todo lo que tiene relación con la condición humana, tuvo noticias de la importancia de estas pinturas, y se esforzó en conseguir los permisos necesarios para rodar en el interior de la cueva y dar así a conocer al mundo el enorme valor de lo que encerraba. Las condiciones, cuenta, fueron durísimas, dada la enorme fragilidad de estas pinturas ante la exposición de la siempre agresiva presencia humana, a la que se añadía en este caso la de las cámaras y focos.
La cueva, de grandes dimensiones, con pasadizos estrechos y numerosas salas, espectacularmente cubierta de estalactitas y estalagmitas, tiene su suelo cubierto de huesos y cráneos de osos cavernarios, y en sus paredes galopan caballos de trazo firme y relieve abultado, bisontes luchando entre sí, manadas de renos, familias de leones, todos delineados en tonos ocres y negros, con claroscuros para subrayar volúmenes y movimiento.
Hasta aquí parecería que estamos hablando de un documental extraordinariamente bien realizado. Pero no. La Cueva de los Sueños Olvidados es mucho más. Porque Herzog, a través de esas agitadas cabezas de caballo y el paso cuidadoso de los feroces carnívoros, nos traslada a los tiempos de nuestros más antiguos antepasados, los hombres del paleolítico superior, unos hombres que dibujaban con precisión asombrosa, y que revelan un arte consumado, muy ajeno a un hipotético primitivismo. Una sociedad cuyos miembros se reunían en celebraciones rituales en torno al fuego, poseedores de una simbología plasmada en impresiones de manos abiertas, puntos y rayas situados de forma alegórica, y capaces de convertir en instrumentos de música los huesos de los animales, con una preocupación estética sorprendente.
La utilización del 3D en este documental prodigioso resulta en este caso directamente eficaz. El espectador (yo, tú) se ve envuelto por las imágenes de tal manera que se siente físicamente en el interior de la cueva, percibiéndose ya no como un visitante ajeno, sino como un ser humano de hoy, del 2012, fisgando en la vida del hombre de ayer, de hace unos 30.000 años.
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