Wednesday, August 8, 2012

REVISTA DE MICROFILOSOFÍA



CAPITALISMO E IDENTIDAD DE GÉNERO

Artículo de Lucía Carrillo


Aparentemente vivimos en una sociedad igualitaria, la teoría, las políticas activas de igualdad que se ejercen tanto en las aulas como en otras instituciones, los temarios de asignaturas como educación a la ciudadanía que tratan de inculcar una serie de valores en los que tanto el hombre como la mujer tienen las mismas posibilidades, nos dicen que aparentemente todo el mundo defiende o quiere que exista una igualdad.

No obstante, resulta que eso en la práctica no se observa, que de hecho, en nuestra sociedad se encuentran una cantidad de ejemplos en los que sigue existiendo una desigualdad, no se trata de la misma forma a una mujer que a un hombre, me referiré a estos ejemplos a lo largo del texto y trataré de explicarlos en relación a la forma de cultura que estamos creando y al sistema que nos asigna un determinado rol tanto a hombres como a mujeres.

Por lo tanto, la pregunta a la que nos tenemos que enfrentar es la siguiente: ¿Cómo es posible que en una sociedad formalmente igualitaria exista la desigualdad? Considero oportuno rescatar una cita de Pierre Bourdieu, “Los cambios visibles ocultan lo que permanece, tanto en las estructuras como en la representación”, por lo tanto, para conocer la respuesta a esa pregunta es obligación del pensador conocer y estudiar las estructuras sociales y la cultura que generamos y que nos rodea.

Vivimos en una abstracción, una abstracción absoluta, en mi opinión, provocada por el sistema capitalista en el que vivimos que ha potenciado un patriarcado consentido tan sutil que resulta difícilmente identificable, por esa misma abstracción en la que nos bombardean con anuncios y símbolos que establecen los roles de la mujer y del hombre en el siglo XXI.

¿Por qué el capitalismo influye en la asignación de roles diferentes para hombres y para mujeres?

Porque en los valores que transmite el capitalismo, valores tales como la competitividad o la necesidad de éxito, conforman una sociedad en la que las empresas, la publicidad, en definitiva, la cultura generada por ese sistema, crea modos de vida en los que para existir adecuadamente, para formar parte de la sociedad y poder tener ese éxito, ser competitivos, tenemos que adoptar los roles que se nos imponen. En una sociedad capitalista como en la que vivimos lo que domina y marca al ser humano son los medios de comunicación, a través de ellos se establecen los cánones o el modelo de vida a seguir, y los medios de comunicación asignan diferentes roles al hombre que a la mujer, lo que quiere decir que tanto el hombre como la mujer salen perjudicados porque en esa misma abstracción, en esa estructura en la que se mueven no pueden ser más que el resultado de todo el sistema en el que se ven envueltos, por mucho que intenten escapar la publicidad, la cultura generada influye en el ser humano porque nacemos y crecemos en esa sociedad.

¿Qué roles son los que se asignan?

El capitalismo genera consumismo, en tanto que es un sistema cuya base reside en generar riquezas y progreso constante, y ese consumismo es potenciado por las empresas, sea del tipo que sea, y estudiado y asigna a la mujer y al hombre dos diferentes tipos de consumo.

En cuanto a la mujer, no hay más que fijarse en la publicidad, o en cualquier resquicio de cultura generada en este sistema, para darnos cuenta de que los productos que se nos ofertan son referentes para alcanzar ese éxito, un éxito que se asocia no tanto a su inteligencia o dotes personales como a su físico. Lo que se nos está vendiendo son productos relacionados con el culto al cuerpo. El cuerpo de la mujer se ha cosificado, el modelo femenino se corresponde con un modelo en el que se apremia más tener un buen físico que otras dotes intelectuales.

Es cierto que la mujer no tiene las mismas trabas que ha encontrado a lo largo de la historia, que existe un número muy elevado de mujeres intelectuales, sin embargo, en lo cotidiano, la cultura que se está generando está idealizando a la mujer como una mujer objeto, que tendrá éxito si cumple las exigencias del sistema, que residen en tener un buen físico para poder competir en el sistema.

En cuanto al hombre, es otro perjudicado por el sistema y la cultura generada, es cierto que su rol no resulta tan negativo como el que se le asigna o idealiza en la mujer, pero sigue siendo un rol muy marcado y que salir de él es sinónimo de ser juzgado o al menos señalado. El hombre de éxito o idealizado es un hombre con éxito en lo laboral, capaz de contener sus emociones y guiarse por la recta razón, un hombre competitivo. Pero sigue siendo negativo porque se priva al hombre de su propia decisión y de la parte más sentimental y afectiva. Se vende una masculinidad heroica.


La filosofía como terapia social.


Como respuesta a todos esos roles que se están asignando, veo la filosofía, las preguntas existenciales de qué somos y a dónde queremos llegar como básicas para avanzar y superar esos roles que se están estableciendo cada vez más y nos encierran y esclavizan.

Hay que fomentar, desde la infancia, un sistema con otra clase de valores, más crítico, más igualitario, empezando por poner límites a la cantidad de símbolos y elementos culturales (publicidad, cine…) que explicitan que la mujer es sólo cuerpo y que el hombre es un héroe y que ni mucho menos el éxito en la sociedad sea cumplir los cánones que ésta establece.

Sin duda si queremos establecer una sociedad igualitaria es necesario cambiar la cultura que estamos generando.


Lucía Carrillo. Visita su blog: Pesadilla en el parque.

No comments:

Post a Comment