Entrevista a Teresa Iturriaga
Revista sub-urbano, Miami.21/09/2014
Por Teresa Dovalpage
Playa de Las Canteras, septiembre 2014.
Teresa Iturriaga Osa nació en Palma de
Mallorca y desde 1985 reside en Gran Canaria. Es doctora en Traducción e
Interpretación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y su
investigación académica se centra en la traducción de la literatura, la
publicidad turística y el periodismo de viajes. Ha colaborado en seminarios y
proyectos de investigación europeos de la ULPGC, el CSIC y el Instituto
Cervantes. Fuera del ámbito académico, ha publicado en prensa, revistas
literarias y portales digitales como “Biblioteca Digital Letras Canarias”,
“Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes”, “Aula Intercultural”, “La Casa que
Grita”, “Baúl de Aire”, “Sendebar”, “La Tapa”, “Agenda Bohemia” y “Mugak”.
Teresa Dovalpage: Eres doctora en Traducción e
Interpretación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. ¿De o a qué
idiomas traduces?
Teresa Iturriaga: Traduzco del inglés y del
francés al español, aunque confieso mi debilidad por la lengua francesa, quizá
por la emoción que me produce su cadencia, me resulta muy poética. En efecto,
soy doctora en Traducción e Interpretación desde 2003 por la Universidad de las
Palmas de Gran Canaria (España). Durante cinco años realicé mi tesis bajo la
dirección de la Dra. Zinaida Lvóvskaya y el Dr. Vicente Marrero, que me apoyaron
en un trabajo apasionante de investigación sobre la traducción del periodismo de
viajes en la década de los noventa. Precisamente, esa época de cambio de siglo,
en que nacía la nueva Sociedad de la Información, afloraban géneros
informativos de creación entre el periodismo, la literatura y la publicidad.
El objetivo final de mi tesis era el de
evaluar la traducción al inglés de los reportajes de viajes de las revistas de
las compañías aéreas comerciales. El corpus incluía 35 reportajes de
viajes extraídos de las revistas de Ronda Iberia (revista de difusión
gratuita en los aviones de la compañía aérea española Iberia),
publicados desde enero de 1990 hasta enero de 2000, y seleccioné siete de ellos
para su análisis textual desde la perspectiva de la traducción. Sus autores
-José Manuel Caballero Bonald, Luis Carandell, Juan Jesús Armas Marcelo, Raúl
Guerra Garrido, Manuel Rivas, Ana Puértolas, Joaquín Araújo-, de reconocido
prestigio literario, colaboraron amablemente conmigo resolviendo mis dudas
traductológicas. Mi intención era plantear la complejidad que supone la
traducción del español al inglés –considerado como lingua franca del
comercio y del turismo mundial- y reivindicar la labor del traductor
especializado. Este género, perteneciente al estilo funcional periodístico, se
caracterizaba por tomar prestados elementos de otros estilos funcionales,
géneros y subgéneros, y su hibridismo me resultaba muy interesante para la
investigación textual desde cualquier disciplina comunicativa, y, en mi caso,
desde la traducción.
Fue un tiempo dedicado a la investigación
de una peculiar situación de lectura en una vida de viaje, estableciendo una
clara distinción entre pasajero-turista y pasajero-viajero. Seguí los entresijos
del marketing, el concepto de la empresa periodística, los nuevos
estados cognitivos del Tercer entorno, los perfiles de los
destinatarios en la era de la globalización, etc. Una investigación de campo en
toda regla, tanto en la cultura origen española como en la cultura meta (cultura
turística internacional).
Teresa Dovalpage: Debe haber sido una
investigación fascinante. ¿Qué es lo que más disfrutas de esa difícil (y no
siempre reconocida) labor que es la traducción? ¿Y qué me puedes decir sobre la
“localización”?
Teresa Iturriaga: Sinceramente, pienso que es una
labor absorbente y agotadora. A los traductores nos lleva hasta el límite de la
indagación, pues nos obliga a acercarnos lo máximo a la intención del autor del
texto original, con una aproximación rigurosa al lenguaje y al contexto
extralingüístico para ser fieles a su interpretación. En ese sentido,
entiendo el término “localizadora”, porque persigo las huellas del autor del
texto original, oigo sus latidos escondidos entre líneas, descifro sus marcas de
identidad. Yo diría que soy una “rastreadora” del alma que traduzco. Y aun así,
el texto traducido nunca será absolutamente equivalente, del mismo modo que no
hay dos individuos iguales. Ese estilo personal e intransferible es lo que
denominamos el idiolecto del autor. Se trata de tocar lo más de cerca
posible el sentido del texto original. No es nada fácil, pero es un desafío que
nos sostiene. Por ello, hay que tener muy en cuenta las circunstancias y el
mundo anímico del que se expresa. Sin embargo, creo que la labor de traducir nos
enriquece mucho y, al cabo del tiempo, nos va dejando un poso de sabiduría
gracias al esfuerzo que nos exige. A través de la traducción, podemos encontrar
informaciones contrastadas, opiniones fundadas, interpretaciones diversas, que
contribuyen a hacernos tolerantes y a aceptar al “otro” con naturalidad. Siempre
he afirmado que la traducción ha sido, es y será una herramienta fundamental
para el desarrollo de culturas de paz y no de confrontación y ostracismo.
Teresa Dovalpage: Tienes toda la razón. Mientras
más conocemos “al otro” menos motivos hay para temerle. Y de todos los textos
que has traducido, ¿cuál es tu favorito?
Teresa Iturriaga: Recuerdo el impacto que me
produjo traducir al español un ensayo sobre la inmigración senegalesa. Lo había
escrito en francés Seydi Ababacar Mbaye, un senegalés afincado en nuestra isla
de Gran Canaria, relatando el viaje en patera por el Atlántico desde su país
hasta las costas canarias. Traducir Modou Modou, para mí, fue una forma
de entender la vida y la muerte. Mientras traducía el libro, se me plantearon
diversas cuestiones lingüísticas que no conseguía descifrar, seguramente, por mi
desconocimiento de la cultura africana. De manera que, en varias ocasiones, bajo
el pretexto de pedirle una explicación del habla senegalesa al autor, lo llamé y
quedamos en vernos para clarificar mis dudas. En realidad, lo que yo pretendía
era preguntarle por su visión del mundo y ver su interior expresándose en sus
silencios, en sus gestos, en su mirada y atención, en sus reacciones
emocionales, porque la lengua no es un sistema aislado de la realidad, sino que
adquiere cuerpo y vida profunda en cada uno de nosotros. Entonces, el ímpetu de
las palabras de Seydi Ababacar Mbaye me llevó de la mano a esa vaga sensación
que dejan los sueños que el cerebro no comprende, pero es el lugar donde se
mueve la intuición.
El sueño de los inmigrantes africanos
interpeló mi conciencia al recordarnos a los occidentales del siglo XXI que
debemos iniciar una vida llena de sentido universal, mestizo, cosmopolita. Tenía
mucha razón el autor al decirnos en su libro que la tierra no nos pertenece.
Cierto, la tierra es una madre que nos acoge por igual a todos los caminantes
sin distinción de razas. ¿Puede acaso una madre imaginarse el horror de perder a
un hijo en medio del océano o en el desierto y no saber nunca nada más de él?
Amores rotos a pedazos por la pobreza y la distancia en medio del carnaval de
muecas de los traficantes de sueños, ilusionistas que engañan a tantos y tantos
inocentes que deciden emprender el viaje hacia el paraíso occidental. Casi
cuesta entenderlo, no es fácil situarse al otro lado. Personalmente, me conmovió
mucho el pasaje del joven senegalés que un día se encaramó a la rueda de un
Airbus pensando que las alas de aquel pájaro le llevarían al cielo de Europa. Y
así fue. Con esa voluntad que le habían inculcado desde niño como virtud para
enfrentarse al sufrimiento, quiso arriesgar su propia vida, era una cuestión de
dignidad buscar una vida mejor para sacar adelante a su familia. Había preferido
enfrentarse a su cita con el ángel de la muerte que quedarse entre los suyos
como un joven sin futuro, sin sueños, sin nada que llevarse a la boca. Fue
entonces cuando lo comprendí todo.
Por eso, traducir Modou
Modou me ayudó a entender los esquemas mentales de los inmigrantes que
llaman a nuestras puertas del bienestar. Los modous -como los
senegaleses llaman a sus emigrantes- nos enseñan que, en su existencia,
hay una dignidad que debería sobrecogernos a los toubabs -como nos
llaman a los blancos-, porque ellos aún disfrutan, viven la utopía necesaria, la
ilusión que nosotros perdimos hace mucho tiempo.
Teresa Dovalpage: ¡La utopía necesaria! Me
encanta esa frase. Y al leer sobre el joven que se encaramó en la rueda del
Airbus pienso en un compatriota que usó un método bastante similar para salir de
Cuba: se ocultó en el tren de aterrizaje de un avión (¡de Iberia!). Todos somos
algo modous. Sobre tu propia creación, entiendo que te dedicas tanto a
la narrativa como a la poesía. Háblame un poco sobre cada una. ¿Tienes una por
la que te inclina más o esto depende de los vaivenes de la musa?
Teresa Iturriaga: Creo que esa definición es muy
exacta, Teresa. Sí, depende de los vaivenes de mi musa, siempre y cuando no me
propongan o me ilusione con un proyecto narrativo como me ha ocurrido en varias
ocasiones. Por ejemplo, destaco mis últimas publicaciones sobre mujeres, que
normalmente adquieren la forma del relato para acercar al lector su realidad más
cotidiana. En la colección Desvelos, hace ya tres años, recogí las
experiencias de ocho mujeres que en su día fueron acogidas en los recursos para
mujeres víctimas de violencia de género de la Red Insular del Cabildo de Gran
Canaria. Con el objetivo de encontrar vías para la recuperación de mujeres
víctimas de la violencia familiar, este trabajo les sirvió para bucear en su
propia memoria al contarme su experiencia de maltrato y cómo reaccionaron para
superarlo. El conocimiento de los hechos y de nuestra situación frente a ellos
es tal vez una de las formas más rápidas de terapia y nos ayuda a reconocer
nuestras debilidades y nuestra fortaleza, incluso cuando han pasado muchos años
desde la agresión. La mujer maltratada asimila el castigo al propio
comportamiento y acaba sintiéndose culpable, con remordimientos, por no haber
hecho mejor las cosas sin llegar a esos extremos. Es tan baja su autoestima que
no sólo no sabe reaccionar, sino que su espíritu se inmoviliza y no puede salir
del dolor y la confusión. Las historias del libro están teñidas de la vergüenza
que sufrieron durante años, del temor a protestar y a denunciar, y de los
cambios que se produjeron en ellas y en sus familias hasta volver a sentirse
personas. En los relatos, podemos descubrir el carácter, la timidez, la valentía
o la esperanza de todas ellas. Escribir sus historias fue un verdadero
honor.
Pero también he escrito una prosa más
lúdica, por ejemplo, Revuelto de isleñas, una colección de relatos
sobre la escritura y la cocina con la escritora canaria Dolores de la Fe
-recientemente fallecida-, además de relatos sobre mujeres importantes en la
Historia, como la amante polaca de Napoleón, María Walewska, o la pintora
surrealista Leonora Carrington, por citar algunos. En estos momentos, preparo
una nueva colección titulada En la ciudad sin puertas.
Ahora bien, el territorio de mi creación
por excelencia es la poesía y, de algún modo, mi prosa está impregnada de ella
por contagio. La prosa me lleva siempre a la metáfora, a la belleza de las
imágenes y de las formas, podría decirse que en mi idiolecto, poesía y
prosa emanan de la misma fuente estética. En su prólogo a mi libro de
poemas Gata en tránsito (www.alhulia.es, Ed. Alhulia, Granada, 2011),
titulado “Pasajera a bordo del sueño”, el maestro José Manuel Caballero Bonald,
lo define así: “Tengo la impresión de que Teresa Iturriaga escribe poesía por lo
mismo que necesita hablar con los demás. Quiero decir que su actividad como
poeta está expresamente relacionada con sus cotidianos hábitos comunicativos.
Basta con elegir un poco al azar alguno de los poemas que se reúnen en este
libro para comprobarlo. Teresa Iturriaga ha ido elaborando Gata en
tránsito como si realmente se tratara de un diario en el que fuera
informando a sus lectores –o a sus oyentes- de las relaciones que mantiene con
la vida que la rodea. Por ahí se filtra efectivamente una serie de confidencias
y reflexiones que van poniendo de manifiesto la personalidad humana y literaria
de la autora. Y por ahí se estabiliza un concepto general del acto de escribir
que remite a la vez a una educación de delicados matices emotivos y a una
sensibilidad de muy fervientes conexiones con lo que se entiende por
vocación”.
Teresa Dovalpage: Eres multitalentosa, sin dudas.
Y ya veo que resides en Gran Canaria, una hermosa isla. ¿Cómo influye el entorno
en tu creación literaria?
Teresa Iturriaga: Mi ventana se abre a la Playa
de las Canteras. El océano sonoro constantemente susurra en el interior de mi
casa. Es una compañía serena al escribir, a veces ni siquiera lo oigo, porque su
sonido ya me pertenece. O quizá debería decir que nos pertenecemos, pues me ha
engullido sin darme cuenta. Me gustaría que mi poesía tuviera la forma de las
olas y el color de los atardeceres que veo morir sobre el mar desde mi azotea.
En el espacio sensible de la playa, hay colores, sabores, aromas que presienten
las emociones de todos los seres humanos que se desplazan hasta sus orillas en
busca del paraíso. Esta playa es un ejemplo de convivencia, las mareas la han
convertido en una escuela de respeto a lo sagrado, a lo natural, hoy acurrucado
en silencio sobre el bullicio de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Un
lugar donde el caminante, pasajero o peregrino, se detiene a sanar sus heridas
con el mar. Un templo espiritual, un jardín de infancia, un patio de recreo, un
balneario de paz abierto a todas las culturas. ¿Cómo no va a influirme esa
belleza al escribir?
Teresa Dovalpage: ¡Dan muchos deseos de visitar
esa bellísima playa! Y espero que publiquen la foto con el mar como fondo…¡muy
representativa!
Me gustó mucho Hiperestesia:
“La poesía es una suerte de enfermedad,
una suerte de dolor de placer de oración.”
Teresa Iturriaga: La poesía es compleja, un
ramillete de emociones que surgen del interior. A veces, esos sentimientos son
ardientes, una explosión de color, pero en muchos momentos, también emergen de
un estanque de soledad, desesperanza y ansiedad. Sucede igual con las estaciones
del año, cada una tiene sus hojas y flores, las hay de verano, otoño, invierno y
primavera. El ciclo de la vida hace que cada instante tenga su aroma y su
paisaje. Creo que las flores más bellas pueden encontrarse entre los desechos,
en un risco peligroso, en desiertos o en cimas heladas difíciles de escalar, sin
embargo, están ahí, esperando pacientes a que al menos algún insecto las
polinice para no morir sin sentido. Por eso, cuando escribo, dejo salir todo
aquello que siento en mi interior y si me duele la herida, el poema llora y, si
estoy contenta, el poema ríe conmigo. Un arrebato de luz y oscuridad se da cita
en la poesía, por eso se convierte en oración cuando trasciende a otros planos.
Todo depende de la estación del corazón.
Teresa Dovalpage: Aparte de esa bella definición,
¿tienes otra para la poesía?
Teresa Iturriaga: Creo que la mejor forma de
definir mi poesía es recitando un poema. Se lo dedico a la Playa de Las
Canteras, patio de todas las culturas y terapeuta de la ciudad:
Y la playa descendió
sobre el esqueleto de nuestras almas.
[Nadie estaba allí para escuchar
la angustia, jaca negra
que no suelta su presa
aunque en ello pierda la pinza]
Recuerdo que portabas en tus brazos una
toalla.
Era febrero o abril, era primavera en el
paseo,
era el celo de los amantes.
Recuerdo el salitre que tragué al
besarte,
tu gesto al subirte a las rocas para abrigarme
los sueños.
Traías un tridente, un cubo, una pala,
arena, mucha arena,
unas gafas, anzuelos, redes, cebo.
Me llevaste contigo hasta otras playas,
otros brazos, otro tiempo…
a las cuevas de las niñas.
Recuerdo que la playa traía aquella
tarde
su cabeza envuelta en una bruma de colores
encarnados, magenta, púrpura,
sudaba los dolores de sus orillas,
viejos reumas, artrosis de gentes y lágrimas,
los estíos más duros,
las huellas de los adioses.
Recuerdo la paciencia del salitre
que disolvía todos los llantos.
Teresa Dovalpage: Gracias por el regalo de este
bello poema. Me ha llevado a la playa, de vuelta…siempre de vuelta al mar. En
“El día de Dahira”, que también me ha encantado, dice
“Ahora teje sus tules en penumbra, sueña con su
tierra natal y los dientes se le afilan al paso de una guagua que rasga
descaradamente su túnica de colores preferida. “Guagua” allá en las Canarias
¿significa autobús, como en Cuba?
Teresa Iturriaga: Sí, por supuesto,
la guagua aquí es el autobús. La conexión de Canarias con Cuba es
evidente y comparten palabras, comidas, folclore, ritmos, viajes, etc. Es toda
una historia de familias desplazadas entre las islas por la emigración en el
pasado y que llega hasta nuestros días. Hay estrechos lazos de afecto entre
ambas.
Teresa Dovalpage: Muchísimas gracias por acceder
a esta entrevista y por compartir tantas experiencias interesantes y sobre todo,
buenos versos. Un abrazo desde Taos.
Teresa Iturriaga: Muchísimas gracias a ti por
darme la oportunidad de cruzar el Atlántico sobre tus alas. Hasta siempre,
Teresa.
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Autora de la entrevista: Teresa Dovalpage
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