Monday, October 5, 2015

Nube larga de azor 
 
 
 
 
                                           
         Desde aquel día, me voy pintando a briznas
el cabello azul, hojas, cáscara, nogal, 
cera en tamiz, sonrisa indudable.
        Y es que nunca sé medir el tiempo del azor
ni su sorpresa cabizbaja al venir a besarme.
       Ayer, sin ir más lejos, una nube larga pasó, 
iba a lo suyo, sin mirar a nadie camino de su nido.
        Recitando sonrojos de azotea,
un cántaro de álgebras le dobló el alón gris
y la brisa lloró de verdad sobre la tierra. 

        Aún se oían los temblores, pulso de distancias perfiladas,
un tumulto de aves en su horizonte otoñal.
        Luego de anochecido, se sentó el ruido.
        Pero una cabeza llena de enjambres
agitó el sueño de la última balada de la tarde.
         La espera se fumó todo el olvido,
apagó su lunar alzado de pretil y escote...
         Y así, estrujada por el tercer ojo silencioso,
hora tras hora, con el cuello partido,
su boca se fue haciendo cada vez más mía.


 ***

 
Teresa Iturriaga Osa
 
 

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