Wednesday, September 5, 2018



EN LA CIUDAD SIN PUERTAS


COLECCIÓN DE RELATOS
 
DOLORES DE LA FE Y TERESA ITURRIAGA OSA

 


 
 
Recuerdo todos los días a Lola De la Fe, pero hoy especialmente, porque estoy releyendo “En la ciudad sin puertas” (ATTK Editores, e-book 2015), el último libro de relatos que escribimos juntas antes de su fallecimiento. Una obra que tuvo dificultades hasta que pudo ver la luz. Nos cerraron muchas puertas al presentar la colección en diferentes instituciones a las que acudimos con la única intención de regalarla, pero no tuvimos éxito, aunque nunca nos rendimos. Por eso, quiero agradecer el esfuerzo y la generosidad de las personas que contribuyeron al nacimiento del libro: en primer lugar, a toda la familia de Lola de la Fe, por depositar su confianza en mí para llevar a cabo este proyecto. A Guadalupe Martín Santana, editora de ATTK, por su exquisita sensibilidad y profesionalidad a la hora de abordar todas las partes de la edición. A J. J. Armas Marcelo, que escribió el prólogo con la brillantez característica de su pluma literaria. Paso a paso, él iba revelándonos el auténtico sentido de la obra con palabras dedicadas desde la maestría y la amistad más sincera. Un escritor de verdad. A Augusto Vives, por su obra de portada, reflejo visionario de esa ciudad sin puertas que llora su lluvia de anhelos.

Y quiero comenzar mi pequeño homenaje a esta gran escritora canaria con sus propias palabras, recogidas en el prólogo del libro que escribió para rescatar del olvido a la poetisa Ignacia de Lara, a quien tanto admiraba: "Me resulta misteriosamente curioso observar cómo una persona que en su vida y en su obra pareció siempre anticiparse (al dolor, al desencanto, incluso a su propia muerte), pudiera estar también íntimamente convencida de que la esperaba, pronto, un destino de olvido. Como si al dejar escrito su admirable Soneto póstumo, hubiera hecho desaparecer la llave de su futuro, en el conocimiento de las generaciones que seguirían sucediéndose en su mismo ambiente isleño. Tal vez lo presentía, temerosa al propio tiempo de su certidumbre, lo mismo que presintió tantas y tantas cosas... Las agudísimas antenas de su hipersensibilidad pudieron convertirla en agorera de su futuro. Esta pobre mujer desconocida es un verso suyo. Por un momento, realmente -un momento largo, si se quiere- pareció que iba a cumplirse fatalmente su premonición: “Para cuando me vaya hacia el olvido / ¡sin nombre y sin historia!” porque, tras unas apresuradas aunque sinceramente doloridas reseñas, en los días que siguieron a su muerte y funerales, cayó un injusto silencio sobre su recuerdo, al menos a los ojos, a nivel de lector."

Con esa emoción que me aprieta el alma como nudo en la garganta, no me queda más remedio que hacer un silencio para sentir y reivindicar su presencia hoy y siempre. Porque este sentimiento de Lola hacia el olvido que sufrió Ignacia de Lara no quiero que se repita con ella. Es más, ni quiero ni puedo ni voy a permitirlo.

Conocí a Lola en el transcurso de una investigación de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria sobre patrimonio intangible -dirigida por la profesora Margaret Hart dentro del marco de un proyecto de la UE- y, desde mi primera cita en su casa para entrevistarla sobre sus recuerdos de la ciudad antigua, sentí por ella un profundo respeto y cariño que, con el paso de los años, fue creciendo en admiración y complicidad. Estudié todas sus obras: "Tiempo en sepia" (Premio Ángel Guerra de Novela de la Villa de Teguise), "Ignacia de Lara", "La Saga de los Miller", "Víctor Doreste" (Biografía), "Happening para Jacob", "El Mirador", "Las Palmas casi ayer"... ("Médium" fue posterior). Y lo que en un principio comenzó como un trabajo de investigación académica fue convirtiéndose en un aprecio y colaboración humana y literaria sin precedentes en mi vida. Yo había encontrado una auténtica madre canaria, de esas mujeres que te acogen en su casa con la hospitalidad de las matriarcas de las tribus del desierto, allí donde la confianza se instala en una jaima y los huéspedes pasan la tarde charlando, riendo y bebiendo té.

Un año antes de su muerte, iba semanalmente a su casa, teníamos entre manos este segundo libro de relatos escrito a medias, "En la ciudad sin puertas", con historias sobre la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, la ciudad de la luz donde una y otra vivimos desde paisajes distintos, pero comunes. Ese espacio sin límites que sobrevolábamos juntas sobre el mar que para mí siempre será el Mar de las Canteras. Nacía un nuevo libro donde caben todos los abrazos, los colores y los días de los hombres y mujeres que transitan nuestra tierra. Fue su última ilusión literaria, una época en la que escribió unos cuentos modernos a más no poder, con un estilo desenfadado y fluido totalmente nuevo. Sus últimas líneas -escritas a mano- se concentraron en desarrollar una breve historia que ella dudaba en titular “La azafata” o “Por enésima vez”. Yo, en mi humilde opinión, un día le contesté: “Lola, si pones la azafata, ya lo estás diciendo todo, le quitas misterio al relato... es como el chiste del acomodador que, cuando entran los novios en el cine y no le dan propina, le da tanta rabia que les dice que el asesino es el sheriff”. Así que el relato se quedó con el título más enigmático, es decir: ”Por enésima vez”.

Les contaría muchas cosas que sucedieron en nuestras largas charlas con el café que ella me tenía preparado con su tacita, azúcar y cuchara... bajo la máquina maravillosa que le habían regalado, esas de pastillas que George Clooney anuncia en un spot publicitario. Y cómo no, el cenicero... le encantaba el olor de mi cigarrillo porque de joven fue una gran fumadora. En fin, no puedo expresar mi agradecimiento a una mujer que es para mí maestra, amiga y madre en todos los sentidos. Su capacidad de sobreponerse a la adversidad era inigualable, su ternura y a la vez su chispa de genialidad y risa, una ironía al más puro estilo canario, sus dichos... ese déjame entrar... No creo que haya otra persona como ella, porque su fina inteligencia con un sentido del humor sobresaliente es un ejemplo para la vida de todos los que la conocimos. Su familia sabe que es bien cierto lo que digo.

Siempre me decía: “Por encima de todo, nunca seas dramática”. Ella sabía que las lágrimas ahogan el avance del buen criterio, y con un zapatazo de ironía, soltaba una carcajada ante el silencio solemne de los justos, dándose la media vuelta en el giro de una pirueta. Ésa era Lola, Lola De la Fe, qué más puedo decirles que ustedes no sepan...

Ahí queda también "Revuelto de isleñas", una colección en torno a la escritura y la cocina que publicamos juntas en 2010, editado por Mapfre Guanarteme con bellas ilustraciones de Sira Ascanio... y posteriormente reeditado por ATTK Editores en e-book (2017) con prólogo de Emilio González Déniz y portada de Augusto Vives.

Brindo por la memoria de Lola de la Fe y les invito a nuestro sueño. Gracias.


SINOPSIS DEL LIBRO
 
"Octavio Paz decía, a veces con la boca chica, que el género literario de la novela era para gente menor intelectualmente. Lo decía con sarcasmo: fue tan difícil para él que comenzó escribiendo una novela y terminó escribiendo uno de los más grandes ensayos del mundo hispánico: El laberinto de la soledad. Por el contrario, Hemingway, gran novelista, explicaba que la novela es una pelea que se gana por puntos, mientras el cuento es un género (otra pelea) que se gana por KO. Y él sabía mucho de boxeo y de relatos: escribió algunos de los mejores de la literatura universal. Hemingway, aquel gigante. Henry James decía que para ser escritor de novelas había que tener una voluntad férrea. Tengo para mí que, tal vez, todos tengan un poco de razón. En cuanto a la afirmación de Henry James, se la atribuyó a los verdaderos escritores: los que nunca salen de su territorio personal, de su escritura. Los que y las que nunca salen de la literatura, sino que se pasan toda la vida, con sus trabajos y sus días, obsesionadas por la escritura literaria. Y este es el sentido que quería a dar a mis palabras: estamos ante el libro conjunto y completo de dos escritoras de verdad; una, ya fallecida, se pasó la vida escribiendo y recordando. Algunos la dieron por simple costumbrista. Allá ellos; la otra cayó en las redes de esta manía asombrosa de la escritura literaria, se fabrica todos los días sus propios escenarios, escribe viaja, habla, asiste al mundo. Y saca consecuencias de todo en su literatura, en su vicio de escribir, como decía John Updike: que la literatura, para un escritor o escritora de verdad, es un vicio que no se quita nunca. Pasen y lean. Y seguramente me darán la razón. En todo o en casi todo de lo que acabo de escribir."
J.J. Armas Marcelo (fragmento del prólogo)
 

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EN LA CIUDAD SIN PUERTAS
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