Suspiro
de luz
Hoy, por alguna misteriosa razón,
el príncipe de la calima se ha subido a la escalera
a ver contigo las estrellas.
Ellas recuerdan claramente
los días en que el mar era feliz
y demoraban la inquietud por las
comparsas.
Una vez dentro,
no solían tentar su calma pintada
de añil,
que ya habían hecho propia
en sonrisa plateada.
Aprendieron así a ahuyentar
el humo pobre del llanto,
la ortografía del bullicio,
y lograron su maestría
a golpe de sal y cebo,
con un corazón sin rastro.
Cabalgaron el tiempo sobre los
años luz
como un suspiro,
dibujando el nuevo contorno,
vaivén y techo del mundo,
una memoria de hojas,
cuando las criaturas conocían
cada brizna del suelo.
Lanzaron sus rayos
y dejaron que instalara allí su
casa
esa mariposa nómada
que te llega ahora,
de grandes ojos,
bajo un arco de lunas vestidas de
lumbre.
Y, sin embargo,
no había nada que temer.
Cada instante se pertenece a sí
mismo.
***
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