Marea y tapiz
Teresa Iturriaga Osa
No quiero ofrendas ni coros,
olas meciendo sus vientres,
un tambor de puñal y soledad.
He aprendido a dormir
al borde de este charco.
Ahora suena la roca,
deshace su madeja del fondo.
Media isla se me parte.
Y es la distancia precisa, las lentes
entre mi corazón y la luz.
Redacta su carta el ocaso
bajo un salpicón de estrellas y piel.
La tinta se deja envolver
con un papel claro de cumbre.
No me cabe duda y la espero.
Intuyo que mi alma quisquilla
sabrá cruzar, entre todas, la gran espuma
de una marea real.
Lanzadera alta y fuerte
como un ocho de septiembre.
Cerca de mí, el olfato y la escucha.
Brilla el silencio, esa contundencia
que es rada de amor en cada cuerpo.
Ella es la dueña
del charco y del telar.
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