Tuesday, March 29, 2011

UNA CONKLIN DESCARGADA por Lucía Fraga.

Apenas me reconozco.
¿Quién es esa mujer que se mira en un espejo?
Si no fui niña inocente, ni adolescente-Navokob,
¿Qué clase de mujer se mira con esa inútil dejadez?
No pedí la guerra, ni quise la paz,
Pisé con mis tacones poemas “Make Love, not War”.
Y no estuve en Casablanca en el momento ideal.

Mi rostro me conmueve con su llanto callado.
Lágrimas salpican el espejo donde no acabo de encontrarme.
Fui víctima y verdugo de la inseguridad social.
Y aún recuerdo las duchas de agua caliente después de disparar.
Cabellos mojados, toalla a la cintura y una “conklin”, edición limitada,
Por limpiar, con las manos teñidas de sangre en honor a Mark Twain.
Para poder matar hay que haber muerto muchas veces.

¿Qué reflejas, en este instante infinito, alma pecadora?
Yo no quería lucir aquellos zapatos de charol
Ni llevar un pedrusco en el anular más grande que un ojo.
Ni me vendí a la policía por un pasaporte a la frontera.
Por eso terminé colgada a una botella en el boulevard de las putas,
Que aunque nunca me confundieron con una,
Al menos comían caliente y dormían bajo techo.

Adoro esta cara que beso contra el frío de cristal “Identity Card”.
Atrás queda el morado de los cardenales y toda la puta curia
Que me estamparon en la cara por no ser una chivata.
Aprendí a coserme la boca, a labios partidos, a manos sudorosas
Buscando entre mis piernas y a olor ácido de sexo masculino.
Que nadie se atreva a apuntarme con el dedo por cargar una “conklin”
Y descargarla contra la tapa de los sesos de aquellos cabrones.

Lucía Fraga.
Fotografía: Helmuth Newton.

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