Friday, August 5, 2016

 
Diario de viaje / Teresa Iturriaga Osa
 


 
 


BINARIO 11
 
 
 
Los minutos crecen como nubes de aire en remolino sobre la tierra toscana.
Este cielo no puede barrer el polvo del asfalto, es imposible encontrar en él un resquicio de sombra cuando pienso en azul y aspiro el salitre de la isla.
¿Cómo educar la vista desde el tren que ocupa todo con mis besos?
Se precipitan los recuerdos, bailan su aquel seductor a la vez que los cipreses del buen augurio agitan sus cuellos con guirnaldas de girasol.
Una estampa de enamorados bate palmas sin cesar en los asientos, brillan y se clavan como puntas de flecha.
Cuando el serio silbato vigila cada estación se oye un abrazo, la guinda que celebra los años de lealtad, eso que tan bien conocen las vías machacadas por el paso de las gentes.
Quisiera algún día arrimar mi oído al acero y escuchar sus secretos cubiertos de siglos. Penas, olvidos, caricias, ansias, plegarias y sueños reunidos en una canción lejana.
Esta cuna se mueve como un útero materno, esta cadencia... calma. Los campos llenos de juegos surgen y se esconden bajo un laberinto de túneles, metáfora a metáfora.
Al fondo, el mar, cristal aderezado de sombrillas, colores estivales que tropiezan en su lomo abrochado a la risa.
El horizonte cabalga en cada curva, duerme el pasaje y una joven me sonríe, curiosa por mis letras.
Ahora compartimos el vaivén de la ausencia y somos presencia. La mente reposa en el simple fluir de las imágenes. Bendita juventud.
Viajar es un estado donde nos hacemos espacio.
Y, por fin, el puerto, la terminal del agua, la nave.
Llévate mi cansancio, abre las compuertas, porque voy a bañarme en la inmensidad.
 
 
(Dejando atrás Pisa Centrale 12/7/2016 - 14.15 h.)
 
 
 

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